Atisbos Analíticos No. 64
El actual Debate entre Intelectuales en Colombia: una Reflexión entre
Sordos por Distantes.
El actual Debate entre Intelectuales en Colombia: una Reflexión entre
Sordos por Distantes.
Por: Humberto Velez Ramírez
No es que no deseen oírse, es que no alcanzan a escucharse, pues escriben desde muy distintos y aislados niveles y escalas de reflexión y de análisis. Mirado así el evento intelectual, el debate no deja de arrastrar una buena dosis de irrespeto, así como de evidenciar cierta pretensión de sobreimposición intelectual y de pensamiento único por parte de los críticos implícita o explícitamente identificados con el establecimiento.
En Colombia esa reflexión-debate sobre si en Colombia se había construido o no institucionalidad la inició unos años ha un destacado colombianólogo, Malcolm Deas, recogiéndola y desarrollándola desde un enfoque dado de la academia el historiador Eduardo Posada Carbó. El inglés nos previno entonces contra la obsesión de muchos estudiosos por agotar la historia colombiana en la más radical y generalizada violencia. Por supuesto, que no todo ha acaecido así en la historia colombiana. Y para evidenciar la invalidez de esa idealización negativa bastaría el examen de la historia colombiana período por período, espacio de relaciones sociales por espacio de relaciones sociales, modalidad de violencia por modalidad de violencia, región por región y hasta corazón ciudadano por corazón ciudadano. Claro que no todos nuestros conflictos han tenido salida por las vías violentas como para fundar la legitimidad teórica de la categoría “Cultura de la violencia”. Esto no obstante, para no seguir dejando desparramadas las distintas modalidades de violencias, que han sido una constante histórica, cada día que pasa creo pertinente el uso de la categoría “Subcultura de la violencia estatal”. Como para destacar que sí ha habido un ámbito de la vida social del país en el que la apelación a la violencia ha hecho “cultura”: el de las luchas por acceder al control del Estado, así como a las formas más importantes de poder y de autoridad en la vida social. No es que alrededor del Estado no se haya construido derecho positivo, institucionalidad estatal y culturas estatal y legal. Estúpido sería desconocerlo. Pero ocurre que a casi ya dos siglos, 1810-1819, de haberse iniciado la formación del Estado colombiano, ahí continúan Estado-paramilitares y guerrillas enfrentados armadamente alrededor del asunto estatal. Que el Presidente, al ideologizarlo, denomine a ese fenómeno “violencia terrorista,” no l e borra al evento su naturaleza “ontológica”
Pocas semanas ha, el ingeniero-economista Alejandro Gaviria trasladó a la prensa una versión dada de ese debate. Acusó a literatos y periodistas, Oscar Collazos, Laura Restrepo, Santiago Gamboa, Daniel Samper, es decir, a la oposición “escrita” al Presidente Uribe, de caer, “por desconocimiento involuntario o por desidia intelectual”, ya en el fundamentalismo social ya en el miserabilismo intelectual ya en el misionalismo evangélico. Es decir, los cuestionó por desconocer o postular que en Colombia no había habido desarrollo económico y social y político y cultural en las últimas décadas.
En mi concepto Gaviria se equivocó de contrincantes, pues los literatos se mueven más en la ficción que en la realidad y los periodistas, por muy analíticos que sean, como es el caso de Samper, no tienen la función de investigadores sociales. Los intelectuales en general leen el país desde la óptica que más se acomode a su formación, horizontes de vida y estética de existencia. Por lo general, leen la nación desde la literatura para echar a volar sus sueños sociales, sugerir el dolor que les causa el que muchos carezcan de “alas” y hasta para inventarles “vuelo” a los que repugnan de ellos. Los literatos, entonces, no podrían decirles a los que han idealizado la institucionalidad por qué caminos ésta fue construida ni señalarles a sus críticos que la práctica social diaria empíricamente nos evidencia a toda hora que más que institucionales los colombianos tendemos a ser para-institucionales. Que esta nación más que como institucionalidad, a ésta se la deja para que cumpla una importante función simbólica, existe es como para-institucionalidad.
Tercio, entonces, en este debate, con una reflexión presentada en mi libro SECUESTRO: “Para muchos, la hipótesis explicativa sobre la Sociedad de crimen resultará sin duda una explicación pesimista y desesperanzadora. Casi nihilista. Sin embargo, de paso ya lo advertimos. De modo gratuito, no se debe trabajar con el implícito de que en esta sociedad colombiana en casi dos siglos de existencia no se ha hecho algo bueno, funcional o importante. Desde la más pesimista mirada de nuestra historia, así lo han asumido, en la práctica, algunos intelectuales. Sin embargo, estúpido, soberbio e intelectualmente infantil sería pretender ocultar importantes iniciativas y proyectos y realizaciones asociadas a la construcción ya de Estado ya de Nación ya de Ciudadanía. Habrá que destacarlo, aunque la corrupción y el rentismo y la politiquería hayan sido siempre el aceite exigido por la máquina estatal-privada que los ha sacado avante. Esto no obstante, importa resaltar cómo el primero, y la segunda y la ternera nacieron enfermos. O se enfermaron en el camino y de la penosa enfermedad no han podido salir. Quizá al hablar sobre ventajas y desventajas en nuestros esfuerzos históricos de construcción de país, los analistas no nos pongamos de acuerdo en el memento de jerarquizar bondades y perversidades. Pero que ha habido mucho tanto de las unas como de las otras, claro que lo habido. Al equilibrar miradas podría decirse que los grandes avances, todos ellos rodeados de peligros y obstáculos y amenazas de retroceso, se han dado alrededor de los empeños por construir alguna realidad de institucionalidad democrática. Importantes expresiones al respecto han sido, en las dos últimas décadas, la concertación realizada alrededor de la Constitución de 1991. La ya empujada y dificultosa tendencia de la legitimación de las armas como metodología de acción política. La constante histórica de opción electoral no obstante sus miserias y pecados. El advenimiento de opciones de nueva izquierda a la gestión local. La histórica experiencia de vida ciudadana alrededor de la Acción de Tutela. Y finalmente, la progresiva toma de conciencia ciudadana alrededor de la perversidad asociada al uso privado o familiar o corporativo del Estado, sus recursos y su cultura. Emergentes aunque todavía no consolidadas realidades como éstas no pueden quedar borradas y, ni quiera oscurecidas por las grandes perversidades” de esta Sociedad: la guerra interna y sus redobladas consecuencias perversas; el narcotráfico; el paramilitarismo; la corrupción estatal-privada; la regulación parainstitucional de las conductas ciudadanas; la profundidad de las miserias, tanto la social como la simbólica; la obsolescencia del Estado y sus Instituciones centrales; y la reelección como quiebre de la institucionalidad constitucional, así como de las lógicas de la legislación.
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"Atisbos Analíticos No 64; Cali, Marzo 2006; Director: Humberto Vélez Ramírez; Profesor del Programa de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos, IEP, Universidad del Valle; miembro de REDUNIPAZ, Red de Universidades por la Paz y la Convivencia; Esta es una publicación mensual de ECOPAIS, "Fundación Estado*Comunidad*País*," Nuestro Lema: “Un nuevo Estado para un nuevo País."
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