miércoles, junio 14, 2006

ATISBOS ANALITICOS No. 67
Por: HUMBERTO VELEZ RAMIREZ*


LA NUEVA POLÍTICA COLOMBIANA:
LA TELEVISIÓN


Como “contundente”, “abrumadora”, “aleccionadora” adjetivaron no pocos la victoria electoral de Uribe y de los Mas Media el pasado 28 de mayo. Por su parte, como “esperada” la caracterizaron los uribistas más moderados, pues los más radicales enfatizaron que, dadas las eximias condiciones del líder, la votación debería haber sido más desbordada. A su turno, “Atisbos” la esperaba en el umbral de los cinco millones ocho cientos mil de votos de la primera vuelta del 2002. O un poco más acá, pues mi subjetividad ciudadana como antiuribista deseaba ver sometida su recalcitrante soberbia a la humillación política de una segunda vuelta, o un poco más allá, pues la investigación como analista me había evidenciado la tremenda eficacia de su política simbólica, así como la realidad de la amplitud de su base sicológica-social-afectiva. Por ahora, sin enredarme en este asunto, pienso que la caracterización más feliz de esos resultados electorales, la logró el profesor Ricardo Sánchez cuando escribió, “la movida de la reelección presidencial inmediata” terminó “con un plebiscito a su favor”. (Subrayado nuestro) (1)
Interprétese como se interprete este concreto acto político – baste recordar que a los plebiscitos han apelado demócratas sinceros pero también redomados reaccionarios- dos hechos reales se imponen: Primero, que los referentes de ese plebiscito no fueron los resultados objetivos de cuatro años de gestión presidencial. Y segundo, que no obstante esta situación negativa, como paradoja Uribe desarrolló una fuerza política casi desconocida en la historia del país, mejorando así sus posibilidades de sacar adelante lo que él desee. Aún más, sus votantes, partidarios y admiradores sólo quieren, desean y buscan lo que Uribe quiera, busque y desee. Como contraste casi antagónico, reconociendo la realidad de su amplia base social emotiva, otra es la lectura que de ella ha hecho el senador Jorge Robledo, lectura con la que los “Atisbos” simpatizan, “el peor jefe de Estado es aquel que teniendo posiciones retardatarias (y Uribe sí que las tiene) busca desarrollar una fuerza especial (como la que logró la reelección), pues con ella mejora sus posibilidades de sacar adelante sus retardatarias concepciones “. (2)
Hasta aquí, entonces, tenemos lo siguiente: Uribe aumentó en un millón seiscientos mil votos la votación obtenida en el 2002. Se trepó a 7.4 millones, un record electoral en la historia política colombiana. Tenemos entonces aquí al Mesías en el límite real de sus simpatías sociales y de sus posibilidades de Encuestas técnicas. A diferencia de hace cuatro años, cuando era mera expectativa social, en adelante para treparse más allá de ese 62% tendrá que lograr los resultados esperados en las materias para las que lo eligieron, vale decir, la derrota militar de las guerrillas, o, en su defecto en la actual coyuntura, la negociación con ellas desde posiciones de Estado y un relevantamiento más notable de la economía en un contexto internacional, que cada día le es y le será menos favorable. De no avanzar por esas dos vías, dificultoso, complejo y casi ingobernable le podrá resultar este segundo mandato.
Pero, ¿de dónde resultó tan tremenda votación? Antes que nada, que conste de entrada que la explicación que voy a aventurar, no está cruzada por mi antiuribismo como ciudadano. Tampoco en nada incidirá la hipótesis en la envidiable posición de relación de fuerzas en que se encuentra el presidente para sacar adelante su Estrategia ya no tanto de Seguridad democrática si no, más bien, de Estado comunitario y de Sociedad de mercado.
Para que no se me quede en el tintero, o en el computador, como debemos decir ahora, aventuro el siguiente juego de hipótesis centrales:
***Sin vislumbrarse todavía la posibilidad de su reelección, Uribe ya tenía una copiosa base electoral cautiva, digamos de unos seis millones de votos, arrastrados entre enero y mayo del 2002, cuando en sólo cuatro meses elevó la intención del voto desde un 7% a la realidad de un 54%. Triunfante, otro sector de la población, por las razones que fuesen, se subió al tren de la victoria. Así expliqué el fenómeno Uribe en Atisbos Analíticos No.56: excepción hecha de su extraordinaria ubicuidad para trabajar al menudeo a toda hora, en materia de resultados objetivos Uribe ha sido un presidente, más bien, normal. Es decir, como casi todos muy rezagado en relación con sus promesas iniciales. Esto no obstante, como casi ningún otro gobernante, ha tenido la más tremenda capacidad para cohesionar a millones de desazonados colombianos en procura de un propósito nacional asociado ahora a la derrota de las guerrillas logrando la más notoria e histórica transformación técnica del Estado como fenómeno de fuerza. Y supo colocar ese nuevo aparato coercitivo al servicio de la seguridad sicológica-social-emocional de la gente, aunque con un costo político enorme en materia de democracia y de Constitución 1991. En síntesis, Uribe no derrotó las guerrillas a 18 meses vista, idea con la que ilusionó al país. Esto no obstante, su política de seguridad democrática ha funcionado eficazmente como Estrategia de contención del conjunto del movimiento guerrillero.
***Definida, en las condiciones que conocemos, la reelección, ésta se vio blindada y alimentada y sobreprotegida por el conjunto de la institucionalidad. Sobre todo, por el Congreso; la Corte Constitucional; las Organizaciones de los grandes y medianos propietarios; la crisis de unas clases medias en proceso de proletarización; el grueso de la Iglesia católica como institución; y la autocensura de los comunicadores. Los Mas Media, por su parte, en las más variadas versiones echaron mano del discurso de Uribe para machacar y contra-machacar que el que no estuviese con el Presidente- Candidato era un “comunista disfrazado”.
Hasta ahí, todo resultaría legítimo, pues sería la institucionalidad casi en su conjunto batiéndose electoralmente por su derechista y admirado líder.
***Pero, aunque dificultoso resultaría ahora cuantificar el fenómeno, abundan los indicios que señalan que un elevado porcentaje del millón seiscientos mil votos “extras”, estuvo asociado al refinamiento que en la coyuntura electoral alcanzó la votación “obligada” cocida alrededor de la nueva y enriquecida institucionalidad paramilitar, así como al calor de los condicionamientos patronales de continuidad laboral al aporte comprobado de un número dado de votos. No es para que ahora nos rasguemos las vestiduras. En su historia, precaria, sobre todo por la presión del voto obligado, ha sido nuestra democracia representativa. Pero, ahora esa estrategia electoral se refinó como nunca, atada a la amenaza militar, que a través de Comunicados se hizo sobre el conjunto de la población, a la continuidad laboral, así como al mercado político Sobre la materia, Fernando Garavito ha lanzado su desesperanzada voz, “Nuestro resultado electoral, ha escrito, le demuestra al mundo entero que la democracia puede llegar a convertirse en un sistema perverso. Las elecciones se manipulan ahora a través de los medios de información, de los manejos subliminales, de la violencia directa. Colombia es un ejemplo perfecto. ¿S e hecho un análisis de los resultados en las zonas dominadas por el paramilitarismo? “(3) Como lo ha señalado Antonio Sanguino Páez, en las viejas zonas paramilitares, donde éstas, en nuestro concepto, han construido ya notables ventajas institucionales comparativas de poder, poderosa se continúa sintiendo la mano invisible de las ex-Auc regulando el mercado político en sus territorios. (4) Sin desagregar ni refinar todavía mucho el análisis, entre las coyunturas electorales del 2004 y el 2006, Uribe aumentó de modo significativo su votación en casi todos los departamentos de la Costa, así, César, del 35 al 66.7%; Sucre, del 30 al 51.6%; Córdoba, del 39 al 58.7%; Bolívar, del 39 al 59.2%. (4) Constituye éste un solo indicio. Por lo tanto, ausente la criticidad, los reconocimientos a Uribe se quedan en un vacío equívoco, así, “De otro lado tampoco tengo dudas en reconocer el inobjetable triunfo del presidente de la república, ha escrito el liberal orgánico Ramón Elejalde, la gran confianza que el pueblo colombiano le entregó y la legitimidad de su mandato”. (4) Si de legalidad se trata, la del 28 de mayo fue, sin duda, una jornada electoral tan legal como muchas otras, pero, en nuestro análisis, sobre su legitimidad se ciernen enormes dudas.
Por otra parte, pero sin expedirle un nuevo certificado de defunción al viejo bipartidismo, el partido liberal en la coyuntura electoral vivió a plenitud el drama de sus grandes contradicciones programáticas. Grupos, sectores y personas liberales, los más conservadores de los liberales, adelantaron la corrida hasta Uribe mientras que grupos, sectores y personas, el centro izquierda, se vieron atraídos por la fresca y refrescante propuesta de Carlos Gaviria. Entonces, en medio de la crisis liberal, Uribe también arañó votación en el marco de un incierto y complejo proceso de transición del régimen político en el que una nueva derecha y una nueva izquierda podrían configurarse y asentarse, en el corto y mediano plazo, como referentes políticos centrales.
El Polo democrático Alternativo fue la otra fuerza altamente beneficiada en la coyuntura. En él se observa “más Gaviria que partido”. Cierto, el Polo sólo es un esbozo de partido. De todas maneras, con sus 2 millones seiscientos mil votos es más partido que Uribe con los 7.4 millones amasados por el “caudillo mayor”- de modo jocoso, no exento de eficacia simbólica, presentado en estos días como “primo de Jesucristo”- con la cooperación de los Medios y de los “dos caudillos menores”, Vargas Lleras y Juan Manuel Santos, los dos escollos más fuertes a una tercera reelección de Uribe.
El futuro del Polo dependerá de que sobre él no se cierna la amenaza violenta de un establecimiento con sectores, fuerzas y personas históricamente siempre dispuestas a impedir que el régimen político colombiano vaya más allá de las posiciones de “Centro”. Cumplida esta dificultosa posibilidad, el futuro de la nueva izquierda dependerá de las maneras como combine estas cinco condiciones centrales, vale decir, estas cinco capacidades o competencias básicas:
De su capacidad de dotarse de un horizonte estratégico cruzado por la imbricación dialéctica democracia-socialismo. Ahora es más claro que nunca que sólo en el socialismo la democracia podrá encontrar su forma superior de evolución histórica en la medida que ese socialismo se instaure y desarrolle en el marco de la democracia radical como ideal y como estrategia central de acción política.
De su capacidad de construir un programa táctico al calor de las luchas sociales y de los movimientos sociales que las jalonan.
De su capacidad de construirse como Organización partidista mediante la más amplia participación de sus militantes y simpatizantes en sus decisiones internas centrales.
De su capacidad de dotarse de autonomía para que sea a partir de sus propios criterios e intereses, y no de los de los columnistas del establecimiento o de los de El Tiempo, como se construya como izquierda democrática.
Y finalmente, de su capacidad de racionalizar y modernizar los viejos espacios de la política “fáctica”- la plaza pública, las calles “riales”- en combinación con una voluntad vigorosa de ingresar a la política simbólica.
Lo acaba de reiterar Alfredo Molano: más emisoras, más televisión; que ante la aplanadora uribista en el Congreso y en la institucionalidad en general, se use el Congreso para el debate y para hacer Cátedra ideológica y política, pero que se haga un gran esfuerzo por acceder a Medios propios. (6)
Quisiera ahora detenerme un poco en esta última condición.
Uribe, por excesivas que hayan sido las críticas, nos reveló en la práctica la importancia de la política simbólica en el mundo actual. Por desgracia, la ha usado para inhibir el análisis racional y “científico” al propiciar reacciones ciudadanas en serie encadenadas a partir de la meras emociones y de las conductas de la gente frente a imaginarios bélicos negativos manipulados a su amaño por los medios de comunicación. Para otra mirada sobre la relación política simbólica –objetivos, éstos deben estar ligados a desarrollar la autonomía de los ciudadanos propiciando procesos de liberación e emancipación ciudadanas. Por otra parte, al hipnotizarse a sí mismo frente a una política “agotada en el televisor, para el televisor y para televidentes”, Uribe arrinconó la política fáctica, la de las “plazas públicas y las calles riales “. Fue por eso por lo que frente a Gaviria perdió el duelo en tradicionales plazas públicas como la de Bolívar en Bogotá. Es cierto que, de cara a unas elecciones poco competitivas por carecer de incertidumbre, como lo ha analizado el profesor Oscar Delgado(7), el electorado uribista, seguro de su candidato, no estaba muy motivado para ir a las calles riales”. Esto no obstante, en el mundo actual la política simbólica no ha eclipsado la política fáctica” y mucho menos en sociedades donde lo premoderno sigue con un peso tan elevado como es el caso de esta sociedad.
No quisiera terminar este Ensayo sin una ligera referencia al horizonte estratégico hacia el que marcha el nuevo y ya conocido presidente.
Distinto del análisis de Rubén Darío Acevedo (8), pero, sobre todo, anti-Fernando Londoño Hoyos (9), es este Atisbos 67. Como académicos partimos de presupuestos, enfoques analíticos e hipótesis casi diametralmente opuestas. A una reflexión sistemática al respecto, dedicaré otro Atisbos. Traigo a colación estos dos Ensayos para significar que a ellos subyace un esfuerzo por producir pensamiento estratégico en procura de alimentar un proyecto político de envergadura que espera que, para el 2019, en Colombia haya adquirido forma institucional definitiva el Estado comunitario y la Sociedad de mercado. En lo académico, es legítimo que lo hagan y lo continúen haciendo. Atisbos y Pensamiento Crítico Virtual- nuevo espacio virtual académico político- también aspira a producir pensamiento estratégico capaz de alimentar un proyecto político alternativo y, por lo tanto, ligado a PROPICIAR OTRA FORMA, DISTINTA DE LA URIBISTA, DE ESTADO Y DE SOCIEDAD.
Decimos esto para señalar que el triunfo de URIBE en este 2006 no es más que el paso a una segunda etapa en el proceso de concreción de un proyecto político de nueva derecha, que está pensado para quince años más. La opción para muchos colombianos no es la de atender la angelical invitación de Uribe a concertar en torno a su proyecto político, pues en la vida nacional se están abriendo paso otras alternativas e idearios de Estado y de Sociedad. Esto no significa, escurrirnos a la posibilidad de mucho dialogo social e interpolítico alrededor de los Acuerdos humanitarios y de las formas política, económica y culturalmente más adecuadas y sanas para ponerle punto final a la guerra interna.
1 Ricardo, Sánchez Angel, “El plebiscito de la Reelección” , junio 2006, correos de, osdelgad@urosario.edu.co ,
2 Robledo, Jorge, “Balance Electoral”, junio 04 2006 , correos de osdelgad@urosario.edu.co,
3 Garavito, Fernando, “lo mosco, punto y aparte”, garavito@unm.edu ,
4 Sanguino Paéz, Antonio, “Elecciones y Desmovilización ¿ Qué pasó 28?, en, Caja de Herramientas, semanariocaja@gmail.com,
5 Elejalde, Ramón, “Secuelas de una Derrota” ,en, El Mundo-Medellín,.junio 04 2006
6 Molano, Alfredo, “ Y Ahora, qué? “, junio,04 2006, mailto:alfrelano@hahhoo.com,
7 Delgado, Oscar Alberto, “Un Análisis del 28 de mayo del 2006”, junio 2006, osdelgad@univalle.edu.co,
8 Acevedo, Rubén Darío, “Una Victoria con Significación histórica”, junio 3 2006, en, http://ventanabierta.blogspirit.com/
9 Londoño Hoyos, Fernando, “DEL POR QUÉ Y PARA QUÉ DIVAGACIONES ANTE UN PROYECTO INÉDITO, http:eltiempo.terra.com.co /opinion/colopi_new/fernandolondoohoyos/ARTICULOWEB_NOTA_INTERIOR-2935002.html

* Humberto Vélez Ramírez, Profesor del Programa de Estudios Políticos y A.R.T.C., IEP, Universidad del Valle; Director de ECOPAIS, “Un nuevo Estado para un nuevo País”. Junio 2006. Santiago de Cali. Valle del Cauca. Colombia