jueves, septiembre 28, 2006

PENSAMIENTO CRÍTICO VIRTUAL (PCV)
No. 18 . Septiembre 29-14 de octubre, 2006
Una Publicación quincenal de
ECOPAIS - ATISBOS ANALÍTICOS
Se actualiza el 1 y 15 de cada mes a las 6.30 p.m
1.“LLEGAMOS PARA REPARAR UN DAÑO HISTÓRICO”, Discurso de Evo Morales, Naciones Unidas, www.emancipacion.org
2.LA NACIÓN QUE TOCÓ TIERRA. por Niall Ferguson
3.PUGILATO DIPLOMÁTICO INTERNACIONAL.por Alberto Ramos G
4. COLOMBIA Y LA GUERILLA VUELVEN A CONVERSAR EN LA HABANA, por Patricia Grogg
5.EL MITO LIBERAL DEL INTERÉS GENERAL, por AlcibíadesParedes
6."De Almohada un zapato”, por Rafael Rincón
7.Cumbre en La Habana,por Juan Diego Garcia
1-LLEGAMOS PARA REPARAR UN DAÑO HISTÓRICO
Discurso de Evo Morales, Naciones Unidas, www.emancipacion.org
Muchas gracias, Presidenta. Hermanos presidentes, hermanas presidentas, delegadas, delegados a la 61 Reunión Ordinaria de las Naciones Unidas.

Una enorme satisfacción estar acá presentes en representación de mi pueblo, de mi patria, Bolivia y, especialmente, del movimiento indígena. Quiero decirles, después de 500 años de desprecio, de odio, en algunos tiempos considerados como salvajes, como animales, en algunas regiones condenados al exterminio. Gracias a esa conciencia y a ese levantamiento y por esa lucha por los derechos de los pueblos, llegué donde llegamos, para reparar un daño histórico. Para reparar los daños de 500 años. Durante la República igualmente discriminados, marginados, jamás tomaron en cuenta esa lucha de los pueblos por la vida, por la humanidad, durante los 20 últimos años con la aplicación de un modelo económico, el neoliberalismo, que continuaba el saqueo a nuestros recursos naturales, la privatización a los servicios básicos. Convencido y estamos convencidos, la forma de privatizar los servicios básicos es la mejor forma de violar los derechos humanos.
Y estas pequeñas consideraciones no obliga a me obliga a que decir acá la verdad sobre la vivencia de esas familias, vengo a expresar ese sentimiento por la humanidad de los pueblos, de mi pueblo, vengo a expresar el sufrimiento, producto de una marginación, de una exclusión, vengo a expresar sobre todo ese pensamiento anticolonial de los pueblos que luchan por la igualdad y por la justicia.
Quiero decirles delegados y delegadas, señora presidenta, que en mi país empezamos a buscar profundas transformaciones democráticas y pacíficas, estamos en la etapa de cómo refundar Bolivia, refundar Bolivia para unir a los bolivianos, refundar Bolivia para integrarnos mejor todavía, todos los sectores, regiones de mi país, refundar Bolivia no para vengarnos con nadie, aunque hemos sido sometidos a una discriminación, refundar Bolivia sobre todo para acabar con ese desprecio, odio a los pueblos.
Digo esto porque mi madre me comentaba, diciendo, que cuando iba a la ciudad no tenía derecho a caminar en las plazas principales de las ciudades de mi país, no tenía derecho a caminar por las aceras.
Pero felizmente hemos decidido pasar de esa lucha social, sindical, comunal, a una lucha electoral para ser nosotros los actores de resolver los problemas sociales, los problemas económicos, los problemas estructurales, y ahí estamos apostando por esta Asamblea Constituyente de refundacional, y quisiera que las Naciones Unidas participe en este proceso de cambio pacífico y democrático, que lo mejor que podemos hacer por esas familias abandonadas, marginadas.
Seguramente muchos países tienen el mismo problema de mi país, un país, una nación con tanta riqueza pero también con tanta pobreza, los recursos naturales históricamente robados, saqueados, subastados por los gobiernos neoliberales, entregadas a las transnacionales.
Ya llegó la hora, ahora a la cabeza de esa lucha de los pueblos por el poder y territorio, recuperar, recuperar esos recursos naturales para el Estado boliviano bajo el control de los pueblos.
Y cuando hablamos de recuperar nuestros recursos naturales, bajo esa campaña sucia de acusaciones nos dicen que el gobierno de Evo Morales no va a respetar la propiedad privada, quiero decirles, en mi gobierno se respetará la propiedad privada. Es verdad que necesitamos inversión, necesitamos socios, no patrones, no dueños de nuestros recursos naturales, entendemos perfectamente que un país subdesarrollado necesita inversión, y quiero decirles para la aclaración de todo el mundo de algunas preocupaciones, de algunas falsas acusaciones, si el Estado ejercer el derecho de propiedad de un recurso natural como es el gas natural, los hidrocarburos, el petróleo, pues no expulsamos a nadie, no confiscamos a nadie. Se respetará, pero se garantizará que recuperen su inversión y que tengan derecho a ganar pero no ganarán como antes, de los (grueso) para después no resolver los problemas sociales en mi país.
Quiero decirles dentro de ese marco, no vengo a decirles gobiernen así o amenazar a un país, o empezar con los condicionamientos a un país, solo quiero como organismos internacionales, como Estado con solidaridad como naciones, con principios de reciprocidad, de hermandad que participen en este proceso de cambio en democracia. Tenemos muchas ganas, mucho interés que haya conciencia de esta clase de foros internacionales, reuniones internacionales como las Naciones Unidas de aportar, de apostar como cambiar pacíficamente.
Ustedes saben, especialmente acá en Norteamérica como también en Europa, hay mucha gente boliviana que se va en busca de trabajo, antes eran los europeos que invadían a Latinoamérica, especialmente a Bolivia, ahora parece que ha cambiado la situación, son los Latinoamericanos, o los bolivianos que están invadiendo a Europa como antes a Estados Unidos, ¿por qué?, porque en esta coyuntura, en este momento no se generan fuentes de trabajo.
Quiero decirles que queremos apostar de un comercio justo, un comercio de los pueblos para los pueblos, un comercio que resuelva el problema de fuentes de trabajo, que es importante el comercio seguramente de las empresas, pero es más importante el comercio, comercio para los micro y pequeños productores, para esas cooperativas, esas asociaciones, las empresas colectivas.

Quisiera, y es el deseo que tenemos, en vez de que mis hermanas y hermanos lleguen a Europa que mejor que lleguen productos y no seres humanos, y creo que tiene que ver con una conciencia en la comunidad internacional, si queremos resolver el tema de inmigración. Tengo información que nuestras hermanas y hermanos no van allá a acapara miles de hectáreas como antes llegaron a Latinoamérica a acaparar miles de hectáreas, llegaron a adueñarse de nuestra riqueza, de nuestro recurso.
Creo que es importante dentro de ese marco del comercio, comercio , llamado libre comercio inclusive en mi país afectan y eliminan a los grandes productores, a los agroindustriales, imagínense el acuerdo firmado Colombia con Estados Unidos sobre el Tratado de Libre Comercio, ya quita mercado para los soyeros de los bolivianos, de los agroindustriales en Colombia . Yo estoy convencido que es importante importar lo que no producimos y exportar lo que producimos, y eso sí sería una solución al problema económico, al problema de empleo.
Quiero aprovechar esta oportunidad, señora presidenta, que también hay otra injusticia histórica, de penalizar a la hoja de coca, quiero decirle, esta es la hoja de coca verde, no es la blanca que es la cocaína, esta hoja de coca que representa la cultura andina, una hoja de coca que representa al medio ambiente y la esperanza de los pueblos. No es posible que la hoja de coca sea legal para la Coca Cola y la hoja de coca sea ilegal para otros consumos medicinales en nuestro país, y en el mundo entero. Queremos decirles, que las Naciones Unidas es importante que conozcan que científicamente con las universidades norteamericanas, con las universidades europeas, se ha demostrado que la hoja de coca no hace daño a la salud humana. Lamento mucho por una costumbre o mala costumbre se desvía la hoja de coca a un problema ilegal, somos conscientes de eso, por eso dijimos como productores de la hoja de coca, no habrá libre cultivo de coca, pero tampoco habrá cero de coca.

Con las políticas anteriores implementadas, condicionadas hablaron cero de coca, cero de coca es como hablar de cero de quechuas, aymaras, mojeños, chiquitanos en mi país, eso terminó en nuestro gobierno, por más que seamos un país subdesarrollado, un país que tenemos problemas económicos, producto del saqueo de nuestros recursos naturales.
Y estamos ahora acá a dignificarnos y empezamos a dignificar a nuestro país, y dentro de esa dignificación quiero decirles, que el mejor aporte a la lucha contra el narcotráfico ha sido con una reducción voluntaria, concertada sin muertos ni heridos. Felizmente he escuchado el informe de las Naciones Unidas, reconoce ese esfuerzo honesto, responsable en la lucha contra el narcotráfico, las incautaciones secuestra las drogas, aumentar con 300 por ciento de mayor efectividad. Sin embargo, ayer escuché un informe del gobierno de Estados Unidos, dice, que no aceptan los cultivos de coca, y que nos ponen condiciones de modificar nuestras normas. Quiero decir con mucho respeto al gobierno de Estados Unidos, no vamos a cambiar nada, no necesitamos chantajes ni amenazas, las llamadas certificación o descertificación de la lucha contra el narcotráfico simplemente es un instrumento de recolonización o colonización a los países andinos, eso no aceptamos, eso no permitimos. Quiero decirles que tenemos, y necesitamos una alianza de lucha contra el narcotráfico pero real y efectiva, que la guerra a las drogas no puede ser un instrumento, un pretexto para que sometan a países de la región andina, así como inventaron guerras preventivas para intervenir a algunos países en el Medio Oriente.
Necesitamos de verdad lucha contra el narcotráfico, y convoca a las Naciones Unidas, invito al gobierno de Estados Unidos de hacer un acuerdo, una alianza efectiva de lucha contra el narcotráfico y no que se usa como pretexto la guerra a las drogas para dominarnos, o para humillarnos, o para tratar de sentar bases militares, en nuestro país su pretexto de lucha contra el narcotráfico.

Aprovecho también esta oportunidad, en este proceso de cambio, queremos justicia, y que haya justicia es importante para nuestros pueblos, pero siento que mediante la Asamblea Constituyente se va a descolonizar el derecho para nacionalizar la justicia, la verdadera justicia. Que la gente implicada en la violación de los derechos humanos, pueblos amenazados con intervenciones militares, que ahí jamás habrá justicia, estamos obligados como presidentes, como Jefes de Estado a como dignificar a la humanidad acabando con la impunidad. Y en los gobiernos anteriores de mi país, masacres a la gente que lucha por sus reivindicaciones económicas, por sus recursos naturales, y no es posible, genocidas, criminales corruptos, se escapen para vivir en Estados Unidos, a un país desarrollado como Estados Unidos. Pido con mucho respeto, expulsar a esos genocidas, criminales, corruptos que vienen a vivir acá, si no tienen nada que ver, por qué no se defienden en la justicia boliviana.
Tengo la obligación, como presidente, de que estas autoridades sean juzgadas en la justicia boliviana, y creo que ningún país, ningún Jefe de Estado puede proteger, encubrir a los delincuentes, a los genocidas. Ojalá con el apoyo del pueblo norteamericano, ojalá mediante los organismos internacionales se juzgue a la gente que ha hecho tanto daño económico, a los derechos humanos, pues jamás habrá respeto a los derechos humanos.
Tengo encargo del foro permanente de los pueblos indígenas ante los debates de los derechos de los pueblos indígenas, antes los debates de los derechos de los pueblos indígenas estaban en la subcomisión de los derechos de los pueblos indígenas en Ginebra de las Naciones Unidas, en la Organización de Estados Americanos, pero tengo información que este debate llegó a esta máxima instancia como las Naciones Unidas.

Quiero pedirles a nombre de los pueblos indígenas del mundo, especialmente de Abyalala ahora llamada América, que es urgente aprobar la declaración de los derechos de los pueblos indígenas del mundo, el derecho a la autodeterminación, el derecho a vivir en comunidad, en colectividad, el derecho a vivir en solidaridad, en reciprocidad, y fundamentalmente el derecho a vivir en hermandad.

Hay regiones en comunidades que no hay propiedad privada, hay propiedad colectiva, los pueblos indígenas solo queremos vivir bien, no mejor, vivir mejor es explotar, es saquear, es robar, pero vivir bien es vivir en hermandad, y por eso es importantísimo, presidenta, que las Naciones Unidas urgentemente después del decenio de los pueblos indígenas se apruebe esta declaración de los derechos de los pueblos indígenas, el derecho a los recursos naturales, el derecho a cuidar el medio ambiente.
Finalmente presidenta, los pueblos indígenas, los pobres especialmente somos de la cultura de la vida y no de la cultura de la guerra, y este milenio realmente sea para defender la vida y para salvar a la humanidad, y si queremos salvar a la humanidad tenemos la obligación de salvar al planeta tierra, los pueblos indígenas vivimos en armonía con la madre tierra, no solamente en reciprocidad, en solidaridad con el ser humano. Sentimos muchísimo que las políticas, las competencias hegemonistas están destrozando al planeta tierra, siento que son importante todos los países, fuerzas sociales, organismos internacionales, empecemos a debatir de verdad para salvar al planeta tierra, para salvar a la humanidad.
Este nuevo milenio, el milenio en que nos encontramos debe ser un milenio de la vida y no de la guerra, un milenio del pueblo y no del imperio, un milenio de la justicia y de la igualdad, y cualquier política económica debe estar orientada a cómo terminar, o achicar por lo menos esas diferencias llamadas asimetrías de un país a otro país, esas desigualdades sociales.

Acá no se trata de implementar políticas que permita humillar económicamente, o saquear económicamente, y cuando no pueden saquear con normas, pues usan tropas.
Quiero pedir con mucho respeto, es importante retirar las tropas de Irak si queremos respetar los derechos humanos, es importante retirar políticas económicas que permita concentrar el capital en pocas manos.
Y por eso, siento presidenta, que estos eventos deben ser históricos para cambiar el mundo y para cambiar modelos económicos, políticas intervencionistas y sobre todo queremos que sean tiempos que permitan defender y salvar a la humanidad.

Muchísimas gracias.
2-LA NACIÓN QUE TOCÓ TIERRA
Niall Ferguson, Profesor de Historia en la cátedra Laurence A. Tisch en la Universidad de Harvard, y asociado al Instituto Herbert Hoover en la Universidad de Stanford en California.
Es el año 2031 –Una generación después del 11 de Septiembre, 2001,- los americanos conmemoran el 30 aniversario de los ataques terroristas a Nueva York y Washington. ¿Qué tan bien respondió América ese día con el beneficio de verlo en retrospectiva? ¿Cómo ha la historia juzgado a los líderes de entonces?

Esta era una guerra democrática de nuevo tipo desde el comienzo porque el enemigo escogió como sus objetivos no la masa de las tropas o a las instalaciones militares, como en la guerra tradicional, sino a los ciudadanos.

Terroristas, 4 aviones secuestrados, cerca de 3.000 víctimas. Todo esto ha ocurrido en poco menos de una hora, entre un cuarto para las nueve y las diez de la mañana del 11 de Septiembre de 2001. Sin embargo la guerra que comenzó aquel día estaba destinada a durar años, muchos años.

Al principio ellos la llamaron la Guerra Global contra el Terrorismo. Con el tiempo, los historiadores la rebautizaron La Gran Guerra por la Democracia.

Este fue un conflicto que cambió para siempre la faz del Medio Oriente; una guerra que alteró en lo fundamental la balanza del poder internacional. Pero era poco claro que tales cambios fueran favorables a los Estados Unidos.

Algunos pesimistas, con el beneficio de verlo retrospectivamente, sugerían que los años posteriores al 11/9 marcaron el comienzo del fin del Siglo Americano. Pero otros sostienen que aquel fue el comienzo de un tipo diferente de la Centuria Americana.

No hay duda que el 11/9 fue un acto de guerra. ¿Pero fue correcta la reacción de Estados Unidos? En 2006, cinco años después, la respuesta a esta pregunta todavía parecía no resuelta. De acuerdo con Time/Discovery Channel la encuesta realizada en la proximidad de este aniversario mostró que el 70% de los americanos creyó que la guerra contra el terrorismo no se ganaría dentro de los siguientes 10 años.

Pero visto desde la mira del año 2031, tres décadas después de los ataques terroristas sobre New York y Washington el debate está terminado. Treinta años después, LA Gran Guerra por la Democracia ha sido ganada. Y no mucha gente en el 2006 habría predicho quien sería el ganador.


I. La Guerra por la Democracia

La significación de un evento traumático como el 11/ cambia con el paso del tiempo. En el quinto aniversario de los ataques, los recuerdos aún están frescos; para quienes vivieron aquel día era inimaginable que tres décadas después muchos americanos no recordarán para nada lo que pasó en 2001.

Con mis 67 años, al escribir en el año 2031, una edad en la que calificaría para retiro antes que dicha palabra fuera proscrita, y antes que la edad promedio para retiro la elevaran a 80 años, yo puedo todavía recordar el 11/9 claramente. Y así yo puedo explicar mejor, por qué pienso que los ataques constituyeron la primera batalla en la Guerra por la Democracia.

Esta era una guerra democrática de nuevo tipo desde el comienzo porque el enemigo escogió como sus objetivos no la masa de las tropas o a las instalaciones militares, como en la guerra tradicional, sino a los ciudadanos estadounidenses, el pueblo corriente que va a sus negocios en avión, o las oficinas de las torres del World Trade Center, o las oficinas de gobierno. Y fue democrática porque los perpetradores se aprovecharon de las libertades inherentes a la democracia para maquinar sus planes asesinos.

Ella era democrática también en el sentido que los Estados Unidos era capaz de lanzar una guerra de retaliación con el mínimo de coerción de sus propios ciudadanos. No hubo reclutamiento, ni censura a la prensa y, al comenzar, tampoco se apretó económicamente para pagar la guerra. Por el contrario, a los americanos se les dijo que era una obligación patriótica seguir consumiendo.

“Nosotros somos ahora un imperio”, declaraba un antiguo funcionario de la Casa Blanca en 2001. Pero los Estados Unidos siguió siendo una república, para el desagrado de unos comentadores rapaces y el alivio de los demás. Las elecciones continuaron normalmente.

Cuando la tortura fue empleada contra los sospechosos de terrorismo, por ejemplo, la prensa gritó. Cuando los sospechosos fueron detenidos sin sindicaciones, las cortes intervinieron. Como la magistrada de la Corte Suprema Sandra Day O’Connor lo señaló, “un estado de guerra no es un cheque en blanco para el presidente cuando se trata de los derechos de los ciudadanos de la nación.”

Para muchos americanos, de hecho, la razón principal de la guerra era preservar las instituciones democráticas de su país. Y a diferencia de sus socios combatientes en la Segunda Guerra Mundial, cuando el déspota soviético José Stalin era un asociado, los aliados claves de América en la Guerra Global al terrorismo fueran también democracias.

Lo más significativo es que la guerra que comenzó el 11 de Septiembre fue democrática en un sentido estratégico, desde que la democratización del Oriente Medio se convirtió en uno de los principales objetivos de guerra.

Este fue un objetivo inspirado por la teoría de la paz democrática, la cual estableció que las democracias tenían menos probabilidades de ir a la guerra entre sí que otros tipos de estados y que por consiguiente un mundo con más democracias sería un mundo más pacífico.

Este se convirtió en el argumento central del presidente George W. Bush para las invasiones posteriores al 11/9 de Afganistán e Iraq. Bush resumía la estrategia en su segunda discurso inaugural, en 2005: “La mejor esperanza para la paz en nuestro mundo es la expansión de la libertad en todo el mundo.”

Con todos los vastos recursos de un hiperpoder a la disposición del presidente, esto no era un objetivo completamente irrealista. Sin embargo mientras el análisis de Bush podría haber sido exacto, la ejecución de esté resultó fatalmente errónea.

Lejos de reducirse el conflicto en el Medio Oriente, la democratización impuesta ha producido el efecto contrario, desencadenó violentas fuerzas centrífugas que fueron más allá del poder de control americano.

Al focalizar sus esfuerzos en los estados delincuentes, los Estados Unidos ignoraron el hecho de que el área más importante de actividad terrorista no era el Medio Oriente sino la próspera, estable y democrática Europa Occidental.

Y mientras una guerra contra un estado delincuente era tan asimétrica como dispararle a un pavo, lo mismo no podría decirse de una guerra contra redes terroristas difusas. Se volvió una moda en los años posteriores al 11/9 hablar de Fascismo islámico.

En realidad, el enemigo era mucho más como el comunismo en su apogeo: internacional en su alcance, revolucionario en sus ambiciones y adepto a escrutar operativos encubiertos en Occidente. La táctica correcta para derrotarlo no era la guerra convencional sino el tedioso trabajo de inteligencia al monitorear llamadas telefónicas, rastrear transacciones financieras, perseguir sospechosos, infiltrar las células.

Sobre todo, los americanos subestimaron la dificultad de lanzar una guerra efectivamente sobre las bases de una democracia común y corriente. Cuánta más normalidad fue preservada en los Estados Unidos más duro resultó para el ciudadano común comprender por qué los soldados americanos estaban arriesgando sus vidas en países lejanos. Y sin embargo cuánto más se eternizaba la guerra, mayor era el peso sobre la economía de los Estados Unidos.

Por todas estas razones, era apenas sorprendente que, para el tiempo del quinto aniversario, muchos expertos esgrimieron que la reacción de los Estados Unidos al 11/9 había fallado en eliminar la amenaza terrorista y al contrario hicieron del mundo un lugar más peligroso. Los defensores de Bush, mientras tanto, insistieron en que la estrategia del presidente finalmente ganaría la guerra contra el terrorismo. Solo la historia podrá determinar cuál parte probaría estar en lo cierto.


II. El país que tocó tierra

Por un corto tiempo en aquella brillante, azul mañana de septiembre, parecía que la vulnerabilidad oculta del coloso Americano se había desnudado. Las decisiones desesperadas de algunos empleados del World Trade Center de saltar a la muerte en vez de morir quemados, las llamadas telefónicas de los enloquecidos pasajeros en los trágicos vuelos, el tsunami apocalíptico de polvo que cubrió el bajo Manhattan como las Torres Gemelas implosionó y produjo el despertar de América a esta pesadilla.

Este era también la realización de un sueño para los enemigos de América. Osama Bin Laden el líder terrorista detrás de los ataques, exultaba en su triunfo. “Alabado sea Dios”, él declaraba en una proclamación publicada menos de un mes después del 11/9. “Lo que los Estados Unidos probó hoy es una cosa muy pequeña comparada con lo que nosotros hemos experimentado por decenas de años”.

No tomó mucho tiempo, sin embargo, para que el 11/9 perdiera el aspecto de un evento que sacudiera el mundo. Este era, después de todo, escasamente una revelación que las organizaciones radicales del Islam como Al Qaeda implicaran una amenaza a los Estados Unidos; ellos habían tratado de volar el World Trade Center anteriormente.
Tampoco el 11/9 causó una severa interrupción económica como los conspiradores lo habían intentado. Los ataques fueron espectaculares, tal y como Bin Laden lo había esperado. Sin embargo para la mayoría del pueblo –salvo los parientes de quienes fueron muertos- la vida regresó a la normalidad en muy sorprendente breve tiempo.

Además, los subsiguientes violentos ataques militares contra los Talibánes en Afganistán y Saddam Hussein en Iraq pareció reafirmar la irresistible extensión del hiperpoder Americano. Frases como “la dominación de amplio espectro” y “choque y espanto” entraron en la jerga militar cuando el Pentágono ripostó. La estrategia de la seguridad nacional de los Estados Unidos, publicada en 2002, Para hacer las cosas peor, el apetito público por la guerra en Irak disminuyó mucho antes que una victoria fuera alcanzada

afirmó descaradamente el derecho de los Estados Unidos no sólo a retallar sino también a actuar preventivamente contra “las amenazas emergentes antes que ellas estén completamente preparadas”.

Para la administración Bush, el 11/9 fue mucho más una oportunidad que una crisis. Bush no había sido elegido con base en su experticia en política exterior, pero su instinto fue ir más allá de la simple retaliación.

La idea que los Estados Unidos debían responder a los ataques cambiando fundamentalmente el status quo en el Medio Oriente se originó con los denominados neoconservadores a quienes el secretario de Defensa Donald Rumsfeld había reunido en el Pentágono. Si Rumsfeld y el Vicepresidente Dick Cheney vieron el 11/9 como una oportunidad para ajustar cuentas con Saddam, los neoconservadores tenían más altas ambiciones. Ellos vieron la oportunidad de alcanzar una transformación política del Medio Oriente. ¿Qué objetivo más noble podía ser para el Ejército de los Estados Unidos que el de una revolución democrática?

Para el otoño de 2003, apenas dos años después de los ataques del 11/9, las dudas había comenzado producir su efecto negativo. La más fuerte manifestación del cálculo equivocado fue el rechazo de los iraquíes a aceptar pacíficamente la naciente democracia creada para ellos por las fuerzas armadas de Estados Unidos.

Lejos de cesar, la violencia aumentó con el tiempo en Iraq. Parte del problema era la insuficiencia de soldados norteamericanos en el campo. El general Eric Shinseki resultó acertado al señalar que “algo así como cientos de miles de soldados” serían necesarios para estabilizar el Iraq Post-Saddam.

El tratar de hacer el trabajo con alrededor de 135.000 –en proporción de 1 americano por 210 Iraquíes- mostraba una parte del espectro que los Estados Unidos no podía dominar completamente al árabe de la calle. Los soldados norteamericanos patrullando y controlando las ciudades en luchas relámpago podrían ser muertos o lisiados por los más simples dispositivos improvisados. Aquí existía una nueva y chocante simetría en la guerra.

Para hacer las cosas peor, el apetito público por la guerra en Iraq disminuyó mucho antes que una victoria fuera alcanzada. Justo 12 meses después de la invasión original –aún antes que la cuenta de muertes norteamericanas en Irak pasará la marca de las 1000- el apoyo a la guerra era menos del 50%. En verdad, apareció nueva evidencia acerca de los crímenes del dictador contra su pueblo

Era verdad que las encuestas de opinión sugerían que los iraquíes preferían abrumadoramente la democracia en contra de Saddam. Pero los votantes estadounidenses no veían éstas como razones suficientes para arriesgar vidas norteamericanas. Las afirmaciones de la administración Bush que Saddam tenía relaciones con Al Qaeda y poseía armas de destrucción masiva se probó sin fundamento.

Casi tan grande como el mal cálculo era la falla del ejército para entender la naturaleza de la amenaza a la seguridad de Irak. Al principio parecía como si la coalición dirigida por los Estados Unidos encarara una insurgencia encabezadas por los leales a Saddam, con el apoyo de terroristas extranjeros ligados con Al Qaeda. Pero crecientemente lo que pasaba en Irak era una guerra sectaria entre la minoría Sunita y la mayoría Shiíta.

El país que los Americanos habían tratado de democratizar, en una inspección más cercana, votó por dividirse. En una espiral de masacres de toma y daca en una Bagdad de mezclas étnicas y las provincias alrededor aseguró que la desintegración ocurriría en la forma más sangrienta. Para el verano de 2006, a pesar de la exitosa formación de un gobierno electo democráticamente en Bagdad, los iraquíes morían en una proporción de 100 por día.

Afganistán también resultó más difícil de controlar que de conquistar. En el verano de 2006, contingentes frescos de tropas estadounidenses y británicas han sido dispuestas para reafirmar la autoridad del gobierno democrático de Kabul sobre áreas fuera de la ley como Helmand. Mientras que en Irak la ciudad capital era la principal zona de conflicto, en Afganistán la ciudad capital es el único lugar bajo cualquier tipo de control.

El resultado fue que para el tiempo del quinto aniversario de los ataques del 11/9, el ejército de los Estados Unidos fue sobrecargado. Para mantener su poder de fuego, el ejército fue forzado a incrementar el máximo de edad para enlistar de 35 a 42 años.

El comandante en jefe insistió en que los Estados Unidos no podía retirarse de Iraq antes que su misión – el establecimiento de una democracia estable- fuera completada. Pero parecía crecientemente probable que cuando los americanos regresaran a casa, no quedaría en Irak después del retiro más que tres miniestados en guerra.

Cuando se despidieron de la Zona Verde, algunos americanos recordaron la evacuación de Raigón en 1975, una generación atrás, lo cual había sido el signo de despedida para Vietnam del Sur.

La desintegración de Irak fue el heraldo de un más amplio derretimiento regional. La ironía fue que el terrorismo se esforzó más prontamente en las nuevas democracias del Medio Oriente que las viejas malas dictaduras.

No fue coincidencia que, fuera de Irak, las organizaciones terroristas que causaron la mayor dificultad en la región estuvieran operando en el sur del Líbano y en los territorios palestinos ocupados por Israel en Gaza y en la Banda occidental. En todos esos lugares se realizaron elecciones. Sin embargo quienes ganaron -Hezbolá y Hamas en los territorios ocupados- fueron históricamente organizaciones terroristas.

Peor, al dividir Irak, los Estados Unidos sin quererlo facilitaron una victoria retardada por la temprana guerra entre Irán-Irak para el régimen fundamentalista de Teherán. Ningún Estado obtuvo mayor ganancia de la democracia en Irak, puesto que la mayoría Shiíta del país tenía relaciones de estrecho parentesco con Irán. Y ningún estado en la región estaba más explícitamente comprometido con la destrucción de Israel, el aliado de América.

La decisión del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad fue presionar con el programa secreto iraní de armas nucleares para confrontar a los Estados Unidos con agonizante dilema estratégico. Irán no hizo un secreto del hecho que estaba suministrando misiles a Hezbolá los cuales llovieron sobre Israel en el verano de 2006. Irán también estuvo ligado al mal para adquirir armas de destrucción masiva.

Sin embargo la acción unilateral que fue usada contra Irak en 2003 no fue ya posible contra Irán. Una administración estadounidense que una vez confiadamente ignoró a las Naciones Unidas, que ya no había opción de mover el Consejo de Seguridad en la esperanza que una presión internacional que pudiera desarmar a Hezbolá y mantener a Irán fuera de usar el poder atómico. El coloso que sacudió al globo parecía estar atascado en las arenas del Oriente Medio, en incapaz de prevenir la aparente inevitable confrontación entre Israel e Irán.

III. Enemigos Adentro

En los años finales de la administración Bush, su reputación tocó fondo. Muchos americanos se quejaron que ellos tuvieron el presidente equivocado. Por un rato los índices de aprobación de Bush cayeron más abajo que los de Richard Nixon y los peores de Jimmy Carter.

Sin embargo la historia fue un juez más amable con la presidencia de Bush. Aunque muchos analistas habían predicho que los terroristas golpearían de nuevo al suelo norteamericano en los siguientes 5 años, no hubo ninguna secuela del 11/9 durante la vigilancia de Bush.

Fue su mala suerte que el éxito en el contraterrorismo consiguiera pocos titulares, puesto que los complots sofocados no son eventos en las noticias. Además, el punto clave de la estrategia de seguridad nacional resultó ser acertado. Y fue justamente la prevención que fue usada contra Irak aunque en verdad debió serlo para haber salvado a Irán.
¿Pudo haberlo hecho mejor otro presidente? Está fue la pregunta que propuso Christopher Hitchens en su exitosa biografía Bush: Un Estudio de Grandeza, publicado en 2011, en el décimo aniversario del 11/9. Hitchens arguía convicentemente que ni Al Gore ni John Kerry habrían sido más exitosos que Bush en disuadir la amenaza de los Jihadistas. “Nosotros tenemos que regresar al lugar en que estábamos, donde los terroristas no eran el foco de nuestras vidas sino una molestia,” dijo Ferry en una entrevista de 2004, trazando un paralelo con la contención de la prostitución, las apuestas ilegales y el crimen organizado.

Pero el terrorismo islámico era una amenaza mucho más inminente que el cambio climático (el tormento de Al Gore) y una mucho más seria amenaza que el juego ilegal. En la onda del 11/9, derrotar a los terroristas tenía que ser la prioridad N. 1 para América. Bush entendió esto. Si no hubiera sido por la debacle de Irak, él habría sido recordado como el vengador del 11/9.
Sin embargo no pueden aún los defensores de Bush liberarlo del error fatal en la estrategia post 11/9 de los Estados Unidos. En su discurso del estado de la Unión en enero de 2002, menos de cinco meses después que los terroristas golpearan, Bush dirigió el fuego a lo que él llamó el eje del mal –Irak, Irán y Corea del Norte- a quienes el acusó de apoyar el terrorismo y “procurar armas de destrucción masiva”. Sin embargo ninguno de esos países ha sido implicado directamente en los ataques del 11/9.

De hecho, casi todos los terroristas eran oriundos de los países que eran aliados muy cercanos o al menos amigos de los Estados Unidos. 15 de los 19 secuestradores identificados provenían de Arabia Saudita, dos eran de los Emiratos Árabes Unidos, uno era del Líbano y el último de Egipto.

Además, ellos habían organizado sus planes asesinos no en el Medio Oriente sino en Europa y en los mismos Estados Unidos en el corazón de las democracias occidentales. Todos los terroristas habían estado en los Estados Unidos por meses antes del 11/9, entrando legalmente al país, viajando extensamente y tomando lecciones de vuelo. Ellos habían obtenido licencias de conducir, arrendado apartamentos, abierto cuentas bancarias, hecho reservaciones de avión en el Internet e incluso recibieron multas por exceso de velocidad.

“Sin embargo los terroristas también han obtenido éxitos sangrientos en Madrid en marzo de 2004 y en Londres en julio de 2005”

Por supuesto, mucho de lo hecho después del 11/9 o, al menos, mucho del dinero fue gastado para mejorar las condiciones de seguridad en América. Los pasajeros de las aerolíneas se despidieron de los corta uñas. Después de 2006 se despidieron de su fijador de pelo. Ellos se tuvieron que acostumbrar a la inspección de su equipaje y a que sus cuerpos fueran cateados.

Las agencias de inteligencia occidentales avanzaron en sus esfuerzos de monitorear y penetrar las redes terroristas. Y hubo grandes éxitos. En junio de 2006 la policía canadiense arrestó sospechosos de terrorismo quienes tenían 3 toneladas de nitrato de amonio en su posesión. Dos meses más tarde, autoridades británicas fueron capaces de anunciar la interrupción de un plan para volar múltiples vuelos trasatlánticos, que de producirse habían causado, en palabras del diputado comisionado de la policía metropolitana de Londres, una muerte masiva en una escala inimaginable.

Sin embargo los terroristas también han obtenido éxitos sangrientos en Madrid en marzo de 2004 y en Londres en julio de 2005. Lo que fue particularmente perturbador fueron los antecedentes sociales de quienes fueron responsables de esas atrocidades- lo exitoso y lo frustrante al mismo tiempo. Algunos de los responsables por las bombas en el tren subterráneo de Londres, por ejemplo, eran británicos de nacimiento.

Cesar Tanweer creció en Leeds y fue un notable jugador de cricket. Su padre era propietario de una venta de pescado frito. Y fueron no solamente los hijos de inmigrantes prósperos quienes fueron atraídos por el terrorismo. Dos de los arrestados por ser sospechosos en las bombas de Heathrow eran musulmanes conversos. Uno de ellos era el hijo de un empleado fallecido del partido Conservador con un impecable doble apellido británico Stewart-Whyte.

Los Estados Unidos no tuvieron una estrategia efectiva para lidiar con la penetración del islamismo radical en Europa occidental. Por el contrario, las diferencias sobre la política en el Medio Oriente han triunfado en introducir una cuña entre los Estados Unidos y los más importantes países de Europa continental, Alemania y Francia. El primer ministro británico Tony Blair fue firme en apoyar la estrategia de los Estados Unidos, pero el público británico vino a ser visto como un perrito de los Americanos, y su sucesor Conservador David Cameron fue mucho más tibio hacia Washington.

Una de las grandes ironías de la guerra contra el terrorismo fue que justamente cinco años después del 11/9, muchos expertos en contraterrorismo fueron convencidos que la más probable fuente de otro gran ataque en los Estados Unidos sería no el eje del mal sino el más cercano concebible aliado, Gran Bretaña.


IV. La Gran Depresión Asiática

Si otro ataque terrorista hubiera – o una guerra Irán-Israel- ocurrido más pronto, podría haber hecho la diferencia en la elección presidencial de 2008. Después de todo, una gran parte de la atracción de John McCain como un candidato presidencial era su – y la de su familia- distinguida trayectoria de servicio militar.

Muchos republicanos amargamente lamentaban que McCain no hubiera sido su candidato ocho años antes. “El podría haber sido el más gran líder de guerra que jamás hubiéramos tenido,” su director de campaña decía en Noviembre 3 2008, después que McCain reconocía su derrota por Mark Warner, el anterior gobernador de Virginia.

El candidato demócrata debía su victoria, sobre todo, al regreso de la economía al tope de la agenda política. Para muchos americanos, el asunto clave en 2008 era –como lo había sido cuando otro demócrata del sur ganó la presidencia hacía dieciséis años- “la economía, estúpido.”

Algunos expertos arguyeron que la economía nunca paró de importar. Bush ganó en 2000 a causa del crecimiento de la burbuja del dotcom aquel año. El ganó en 2004 porque su rebaja en impuestos y las políticas de dinero fácil del Jefe de la Reserva Federal Alan Greenspan habían generado una recuperación económica sostenida. Desafortunadamente para los republicanos, esta recuperación no podía durar por siempre.

El desacelaramiento de la economía de fines de 2006 fue parte de una más amplia crisis de la globalización, cuando el precio de la energía se disparó y la marcha hacia el libre comercio perdió momentum.

Con el precio del petróleo arriba de los US $70 por barril, y la ronda de Doha sobre las negociaciones comerciales difunta, el crecimiento estaba destinado a disminuir. Pero lo que hizo el asunto inesperadamente peor fueron los cálculos errados de los bancos centrales del mundo.

“En los años posteriores al 11/9, los Estados Unidos – aunque todavía sea la nación dominante del mundo- enfrentó múltiples y crecientes desafíos.

El sucesor de Greenspan en la Reserva Federal, el economista académico, Ben Bernanke, estaba en un dilema. ¿Debía él preocuparse de la inflación o

del crecimiento? La inflación estaba trepando, y sin embargo la combinación de intereses más altos y precios del petróleo más altos amenazaba con deprimir el consumo. La evidente indecisión de Bernanke enervó los mercados.

Para el tiempo del deslizamiento de los precios de los inmuebles señalaron el inicio de una recesión completa, la Reserva federal estaba bastante atrás de la curva.

Que la economía de los Estados Unidos debía desacelerarse era quizá inevitable. En 2005 había 10.7 millones de americanos entre 80 años y más edad. Para el 2030 fueron cerca de 18 millones – 1 entre 20. Los continuos avances en la medicina significaron que más y más gente alcanzaba los cien años- buenas noticias para quienes como Rupert Murdoch celebrara su cumpleaños 100 en 2031.

Pero la creciente proporción de la población en retiro imponía una cada vez más alto peso impositivo en quienes seguían trabajando. Esto también puso un peso adicional en la balanza de pagos de los Estados Unidos, cuando el país consistentemente importaba más que lo que exportaba, financiando la diferencia vendiendo deuda pública a los extranjeros.

Sin embargo, la interdependencia chino-americana dejó a los Estados Unidos vulnerable ante la crisis en China. Cuando ésta vino, la bolsa China quebró enviando una onda depresiva a través de toda la economía asiática. Algunos culparon la poderosa nueva ley de bancos de la Sharía del Medio Oriente, la cual había acabado con las facilidades de su tasa de interés 0 para los evasivos fondos de Shangai.

Otros vieron la mano siniestra de Rusia en la OGEOC (la Organización de los Países Exportadores de Gas), la cual había sorprendido a los importadores de gas asiáticos al triplicar los precios del gas natural. En cualquier caso, el impacto fue desastroso. La producción colapsó. El desempleo se disparó. El sistema bancario chino, el cual nunca estuvo libre de corrupción, implosionó.

Unos pocos sabuesos realistas de la política internacional insistieron que el colapso de China era para ventaja de los Estados Unidos. Algunos veteranos de la guerra fría vieron como un avance la caída del último régimen comunista del mundo. Para la mayoría de los chinos, sin embargo, las elecciones libres fueron una forma de pasarle la cuenta al partido por su error económico.

Para la mayoría de los americanos, al crisis China fue una adición a sus males económicos existentes, cuando los inversionistas chinos frenéticamente retiraron sus inversiones de los Estados Unidos.



V. La próxima centuria Americana

En 1941 el editor de la revista Time llamó a los lectores a ayudar para que la era de posguerra “como la primera gran centuria americana”. Había existido una medio centuria americana, que culminó con el colapso de la Unión Soviética en 1991. Pero la fase de la posguerra fría de un hiperpoder no podía durar para siempre. En los años posteriores al 11/9, los Estados Unidos – aunque todavía sea la nación dominante del mundo- enfrentó múltiples y crecientes desafíos.

Ellos incluyeron no solo la actividad continua de la red terrorista islámica. En los años turbulentos después del 11/9, nuevos poderes se levantaron para desafiar el poder Americano. Irán, gracias a la ruda demografía, la reducción de las tropas estadounidenses en Irak y los avances en su programa nuclear emergió como el poder dominante en el Medio Oriente.

A pesar de del traume de la crisis financiera y depresión, China se volvió el nuevo hegemon de Asia oriental. Rusia utilizó sus riquezas de petróleo y su peso nuclear para restaurar su dominio sobre Europa oriental, meciendo la frontera de la Unión Europea. Aunque todos adoptaron las formas atrasadas de democracia, ninguno de estos tres poderes tuvo mucho interés en avanzar la libertad individual y el gobierno de la ley, sin que las elecciones sean una vergüenza. Todas las tres tenían un interés en debilitar América.
Con el ascenso de estos rivales llegó un beneficio: cuando el tiempo pasó, el una vez odiado Gran Satanás no fue más el favorito niño para ser azotado por todos. Desde que la presencia de los Estados Unidos en el Oriente medio fue herida después de 2008, nunca más fue obvio por qué los terroristas islámicos gastarían sus energías atacando las ciudades americanas. Esto fue así, porque, para el aniversario treinta del 11/9, los americanos más jóvenes al volver sobre dicho evento lo vieron como una aberración extraña.

Sin embargo los informes de la declinación de América probó ser prematura. En el 2012 el sucesor del presidente Warner sorprendió a los enemigos de Estados Unidos con una completa reinvención de América. La reforma de la asistencia médica y la seguridad social, combinada con una radical revisión de sistemas de impuestos federales, trajo dramáticas consecuencias. El crecimiento surgió, y así lo hizo la productividad.

Los americanos pararon de invertir exclusivamente en los inmuebles y volvieron a los negocios serios de inversión tecnológica. El congreso aprobó un sistema de asistencia médica de bajo costo y cubrimiento universal y un nuevo impuesto a las ventas, el cual permitió una drástica reducción en el impuesto a la renta sin los enormes defícits que plagaron los años de Bush.

En los términos de la vieja tecnología, era verdad, que las cosas no marchaban bien para los Estados Unidos después del 11/9. El proyecto de democratizar el Oriente Medio terminó pobremente. Los Estados Unidos perdieron sobre la región petrolera más rica. Las redes terroristas prosperaron en Europa. Irán, China y Rusia formaron un nuevo trío antiamericano. Aunque la nueva tecnología de los 2010 y 20 hizo mucho para negar estas amenazas.

La adopción de los motores de combustible celular por la industria de los Estados Unidos, combinada con una nueva generación de superseguras plantas de energía nuclear, terminó efectivamente con la larga centuria de adicción americana por el petróleo. La aplicación de la nanotecnología a la seguridad de la patria permitió que los 24/7 vigilancia de los sospechosos islamistas mediante minúsculas alarmas e invisibles implantes.

Y así la gran guerra de la Democracia terminó – no con el catastrófico disparo que tantos habían temido sino con el imperceptible zumbido de la revolución tecnológica. “Nosotros tratamos de darle al mundo musulmán una actualización política”, dijo el presidente Jimmy McCain, hijo del exsenador y veterano de la guerra de Irak, en el aniversario 30 de los ataques del 11/9. “Yo supongo que fallamos. Pero por el contrario nos dimos una actualización económica. Yo creo que triunfamos.”
La guerra que comenzó en 11 de septiembre de 2001, está ahora terminada. De vuelta al 2006 había aquellos que temían que los Estados Unidos podría perder esta guerra. Hoy, 25 años después, nosotros podemos ver que estaban equivocados. La centuria americana sigue vivita y coleando.
3.PUGILATO DIPLOMÁTICO INTERNACIONAL

La posición europea sobre el proyecto nuclear iraní se fijó con claridad durante el encuentro de Finlandia (agosto 2006), lugar de la cumbre de ministros de relaciones exteriores, posición que fue en otras palabras reiterada por Kofi Annan el 3 de septiembre de 2006 ante el presidente Ahmadineyad, y ampliada por la cabeza visible de la política exterior europea Javier Solana días después; la Unión Europea (UE) piensa que, Irán debería aceptar las propuestas de ayuda para su desarrollo comercial y nuclear y suspender el enriquecimiento de uranio, aportando además garantías para confirmar la naturaleza pacífica de los procedimientos atómicos que está implementando.Pero el desafío iraní sigue adelante, porque argumentan con evasivas que ellos también tienen derecho a la investigación científica.

Desde Teherán, la capital, juegan con los factores adversos para la Unión Europea y los EEUU:

1) el temor a una crisis mundial inmediata al ensancharse el mapa del conflicto (Irak, Afganistán, Líbano y Palestina);2) la posición favorable de Rusia y China porque son reticentes a las sanciones;3) la perdida de credibilidad del presidente Bush. Seguramente después de hacer estas reflexiones, sólo le ofrecieron a Javier Solana, una suspensión del programa durante dos meses.

Los esfuerzos de la UE para persuadir a Irán no han cesado, pues con el negociador nuclear iraní, Sr. Lariyany se han producido hasta reuniones ?secretas?; lo cierto es que Irán desconoció el ultimátum de la ONU le había dado hasta el 31 de agosto, y parecen resueltos a producir la energía atómica que les permita mantener activas las instalaciones de Ispahán y Natanz, pero no cierran la puerta de la vía diplomática. Los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU intentaron involucrar en la presión contra el gobierno de Teherán a algunos países de los No Alineados (NOAL), para darle más peso a la reclamación, entre estos, Brasil y la India, e instan a otros países como Japón, Canadá y Egipto, para que se pronuncien.

La guerra que el terrorismo global le ha declarado a los EE.UU. se agudizará el día que los terroristas logren la conexión y protección de un Estado que disponga de las armas nucleares, ese puede ser el enfrentamiento que lleve a la caída del imperio mundial que detenta, por la clase de guerra que le han planteado en varios terrenos: los países aliados atlantistas y en las ciudades contra la población inerme. Una guerra donde no hay un emplazamiento militar concreto para desarrollar las batallas porque la modalidad de ataques invisibles del terrorismo global en red, no cambiará de táctica, por simple razón de supervivencia.

De esta manera el temor creciente de todos aumentará la crítica por la política exterior norteamericana que, ni arrasando dos países (Afganistán e Irak) puede acabar el nido de los terroristas, porque ese nido no existe: están esparcidos en las comunidades musulmanas que desde hace años viven en las grandes ciudades capitales del mundo, entre ellos se adoctrinan y preparan mentalmente no sólo desde las mezquitas sino desde las barriadas, para atacar de manera súbita. El odio revanchista islámico se esparce como la conducta de los inmigrantes tercermundistas se difunde contra los xenófobos, muestra de ello fue la intifada francesa, un polvorín con varias mechas.



4.COLOMBIA Y LA GUERILLA VUELVEN A CONVERSAR EN LA HABANA

Patricia Grogg.

LA HABANA, 22 sep (IPS) - Tras un paréntesis pautado por las elecciones presidenciales de Colombia, delegados del gobierno y del insurgente Ejército de Liberación Nacional (ELN) de ese país retomarán, en la capitalcubana, el diálogo "exploratorio" en busca de negociaciones de paz.

Fuentes del ELN señalaron a IPS en Bogotá que el segundo comandante de ese grupo guerrillero izquierdista, Antonio García, y el Alto Comisionado para la Paz del gobierno colombiano, Luis
Carlos Restrepo, se reunirán probablemente durante la primera semana de octubre en La Habana.

En esa reunión, la cuarta desde diciembre pasado, Restrepo y García deberían avanzar en la definición de lo que se va a discutir y cómo, etapa definidaor voceros del ELN como de "diseño del proceso y agenda".

Se trata de una fase "muy compleja, porque tiene que ver con cuáles son los dos objetivos últimos de la paz, vistos desde el gobierno y desde el movimiento insurgente", dijo García en entrevista con IPS luego de l tercera ronda de pláticas sostenida en abril.

En ese punto, la diferencia es profunda. Para el gobierno del derechista Álvaro Uribe, reelegido en mayo para un segundo mandato consecutivo, iniciado el 7 de agosto, lo fundamental es acabar con el añejo enfrentamiento armado interno, mientras el grupo rebelde insiste en que el único camino posible es acabar con las causas sociales, económicas y militares del conflicto.

En opinión del profesor colombiano Alejo Vargas, el desafío de estacuarta ronda de conversaciones está justamente en que las dos delegaciones puedan "definir la agenda de contenidos y de procedimientos y cuáles son los horizontes a los cuales esperan que arribe el proceso".

"Si no avanzan en esa dirección, el proceso exploratorio corre el riesgo dempantanarse", advirtió a IPS Vargas, catedrático de la Universidad Nacional de Colombia y miembro del grupo de garantes de este proceso de acercamiento para el diálogo.

En declaraciones enviadas por correo electrónico, el experto consideró que hay "buen ambiente" y las dos partes en conflicto "van a hacer un gran esfuerzo para lograr avanzar en esta próxima ronda, lo cual no significa que las cosas sean sencillas".

Vargas sigue desde hace más de una década los esfuerzos en favor de terminar con la guerra interna en su país, que ya lleva más de 40 años, primero como asesor externo de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, luego como miembro de la Comisión Facilitadora Civil y últimamente como parte del Grupo de Garantes, que acompaña el diálogo exploratorio actual.

"Creo que a lo largo de estos casi 12 años se ha evolucionado positivamente: hoy se conocen mejor las partes, hay mayor realismo para asumir las conversaciones y una mayor madurez",
indicó.

En enero de 2002, representantes del ELN, de la sociedad civil y del entonces presidente colombiano Andrés Pastrana (1998-2002), así como de la comunidad internacional, se reunieron también en La Habana en la llamada Cumbre de Paz.

Esos esfuerzos no fructificaron, aunque una propuesta surgida en eseentonces de convocar a una Convención Nacional fue retomada por el ELN en julio, en un congreso realizado por esa organización alzada en armas desde los años 60.

En una declaración, el grupo guerrillero concibió la Convención "como un esfuerzo de las mayorías" en la construcción de un gobierno "que haga viable un acuerdo nacional para transitar hacia las transformaciones estructurales que el país necesita".

La idea es que en ese foro "se presenten las propuestas y se acuerden los eventuales cambios'', en una especie de parlamento ampliado, abundó García en entrevista divulgada el martes por la cadena latinoamericana de televisión satelital Telesur.

El jefe militar del ELN añadió a ese medio televisivo, con base en Venezuela, que el objetivo de la paz se podrá conseguir en Colombia cuando se amplíen los escenarios de participación democrática.

A juicio de Vargas, la convocatoria de la Convención Nacional "debe ser un ejercicio conjunto" del gobierno y del ELN y en lo posible con sectores de la sociedad colombiana.

"Creo que no sólo es posible y viable, sino además un espacio de participación, debate y construcción de consensos fundamental para lograr avanzar en un proceso hacia la paz negociada con el ELN", señaló el autor de, entre otras obras, "Guerra o solución negociada. ELN: Origen, evolución y procesos de paz".

El analista añadió que la garantía de esa participación depende "del diseño" que finalmente se adopte. "Ya hay un borrador acordado desde el gobierno de Andrés Pastrana, pero seguramente será objeto de actualizaciones y precisiones", afirmó.

Vargas forma parte de los garantes civiles, junto al economista e industrial Moritz Akerman, Álvaro Jiménez,coordinador de la Campaña Colombiana contra Minas, Daniel García Peña, exalto comisionado para la Paz, historiador y director de la no gubernamental Planeta Paz, y Gustavo Ruiz, representante de la sociedad civil.

Posteriormente se les unieron el sacerdote Horacio Arango, ex provincial de la Compañía de Jesús, y Carlos Rodríguez, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia, según explicó.

Esta comisión, que tiene entre otras, las funciones de ayudar a definir los objetivos de la paz, la estructura de la negociación y la naturaleza de los acuerdos, impulsó la creación de la Casa de Paz, iniciativa que facilitó un proceso de consultas del ELN con la sociedad civil.

Inclusive, el gobierno permitió al actual portavoz del ELN, Francisco Galán, abandonar la cárcel para encabezar esos contactos con sectores sociales y luego con Restrepo.

Todo ese proceso derivó en la propuesta de una Mesa de Acercamiento en el exterior con garantes internacionales,contexto en el cual se llevan a cabo los encuentros de La Habana, con el
acompañamiento de países como Suiza, Noruega y España y el apoyo de Cuba y Venezuela.

La primera ronda de conversaciones se realizó en diciembre de 2005, la segunda entre el 17 y el 18 de febrero, y la tercera del 25 al 28 de abril.

El ELN, con unos 4.500 combatientes, es la segunda agrupación guerrillera izquierdista del país sudamericano detrás de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ambas fundados en 1964, pero con orígenes diferentes.

El ELN se inspiró en la Revolución Cubana y en la católica Teología de la Liberación, y muchos de sus miembros fueron y son intelectuales. Uno de sus referentes históricos es el sacerdote Camilo Torres, muerto en combate apenas integrado a la guerrilla en los años 60.

Por su parte, las FARC, de orientación comunista, tienen una fuerte raigambre campesina y sus fuerzas son herederas de la guerra civil de mediados de los años 40. El investigador canadiense James Brittain les atribuía 46.000 efectivos en 2004.

El conflicto colombiano involucra además a escuadrones paramilitar ultraderechistas estrechamente ligados al narcotráfico, que desde fines de los años 80 se presentan como ejércitos locales agrupados en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), ahora en proceso de desmovilización de buena parte de sus efectivos, unos 10.000,la mitad de su pie de fuerza, según sus propios informes.

La Organización de las Naciones Unidas considera que las AUC han sido responsables de 80 por ciento de los crímenes y masacres en la guerra civil colombiana.


5. “EL MITO LIBERAL DEL INTERÉS GENERAL”

Alcibíades Paredes, en, ATALAYA No 141, 16 sept.2006, aparedes@telesat.com.co, asisi50@hotmail.com

Los cuentos liberales sobre el Estado dan para más de las mil y una noches. Con una muy típica característica: todos tienen como leit motiv ocultar la naturaleza de clase del Estado. Toda la mitología liberal se teje alrededor de la idea de que el Estado no es un instrumento de las clases dominantes. Se le presenta como un órgano supraclasista, cuyo fin sería el de realizar el derecho. Es la denominada por Engels “la concepción jurídica del mundo”, elaborada por los pensadores de la burguesía en su etapa revolucionaria, y que vino a sustituir la vieja concepción teológica del mundo, ideología con la que los señores feudales mantuvieron su hegemonía durante varios siglos. En la nueva concepción burguesa, Dios es sustituido por el Estado. Y los mandamientos divinos, que regulaban la vida de los hombres, son remplazados por las leyes, a las que todos estamos sometidos, so pena de sanciones.


Sin embargo, no estamos ante dos visiones del mundo radicalmente opuestas. Según algunos teóricos, de distintas tendencias, la concepción jurídica es una secularización de los dogmas religiosos. Así, el misterio de la trinidad (tres personas distintas y un solo Dios) se transforma en el dogma de la separación de los poderes (tres poderes distintos y un solo Estado).Con gran precisión señaló Engels, que la concepción jurídica era una “concepción teológica de carácter laico”. Quizás el fenómeno de la secularización tenga como fundamento material el hecho de que las dos eran visiones de clases dominantes. Por otra parte, es sabido que al surgir en la historia el proletariado como actor antagónico tanto de la clase de los señores, como de la burguesía, se presenta una alianza entre estos. En el plano ideológico se expresa en un sincretismo, que se realiza en alianza política anticomunista.


En esta Atalaya no vamos a referir a un mito estatal, que ocupa lugar prominente en la ideología liberal. Nos referimos al denominado interés general.

El interés general (o “bien común”, en la doctrina de la Iglesia). Según este conocido mito liberal, el Estado tiene como función primordial defender y promover el interés general. Pero, ¿qué se entiende por interés general? ¿Quién lo formula? Porque lo evidente es que no se trata de algo natural, de una planta que se dé silvestre por todas partes. Ni mucho menos sobrenatural. Estamos frente a un concepto, que como tal debe ser construido por el intelecto. La prueba de esto es que como categoría estatal solo apareció en el siglo XVIII, en la filosofía de la Ilustración. Podemos establecer lo que significa “interés general”, si lo contraponemos a “interés particular” y a “interés privado”. Entendemos por interés particular, el mismo término lo indica, el que afecta a una parte de la sociedad, a un grupo de personas. Será interés privado el que tiene que ver con un individuo. Así las cosas, ¿qué se entenderá por “interés general”? El sentido común responde: el de todos los asociados. No es, pues, el interés de una persona determinada, tampoco el interés de un grupo de personas. Es el de todos. Pero aquí radica, precisamente, el problema. Porque el vocablo todos, en este caso, implica compleja connotación. Para que todos quedemos comprendidos dentro del interés general es preciso que estemos colocados en un mismo status, por decirlo de alguna manera. Más sencillo, todos supone una sociedad homogénea, o sea, sin diferencias entre los asociados. Para expresarnos en términos modernos, el interés general implica una sociedad sin divisiones en clases sociales.


Ciertamente, sobre los antagonismos clasistas es imposible construir el interés general. Es apenas obvio que en una sociedad clasista, los intereses y valores de unos grupos sean opuestos a los del grupo contrario. Por esto, la existencia de las clases sociales, conlleva la lucha de clases. Pretender que la sociedad tiene una estructura clasista, pero que está unida por una política de armonía de clases, es algo que no tiene sentido. Establecer un divorcio vincular entre la estructura económica y la política no pasa de ser otro mito liberal. ¿No es, acaso, el colmo de la irracionalidad sostener que en la sociedad capitalista, la burguesía – propietaria de los medios de producción – es la clase explotadora, pero que a nivel político, no pretende imponer su interés de clase, sino que su política está orientada al logro del interés general? Veamos este galimatías más de cerca. La producción capitalista es producción de ganancias. El empresario azucarero no produce azúcar porque le guste el manjarblanco, sino por razones puramente crematísticas. Si invirtió cien millones de dólares en su producción, y la vendió por ciento cincuenta millones, esos cincuenta millones de dólares de ganancia es el motor que lo impulsa a seguir produciendo más azúcar. Desde luego, la producción de esta ganancia no es un proceso simple que tenga lugar entre el empresario, los asalariados y los medios de producción (el ingenio). No se trata de que el primero firme un contrato de trabajo con los segundos, en virtud del cual estos se ponen a trabajar a cambio de un salario. La realidad capitalista no es tan sencilla, que digamos. Para ver lo complejo de la cuestión, analicemos, someramente, lo referente al contrato de trabajo. Será que todo se reduce a un simple acuerdo “libre” de voluntades entre el empresario y los obreros. Desde luego que no. El derecho laboral es un verdadero campo de batalla. En torno al contrato de trabajo siempre se ha librado, se libra y se librará una enconada lucha de clases. Y lo más importante es que aquí – en esta contienda – aparece un tercer actor: el Estado. Según la mitología liberal, la intervención del Estado se realiza con base en el principio del interés general. ¿Qué significa esto? En primer lugar, que en el conflicto entre patrones y trabajadores, el Estado participaría no en defensa de los intereses de unos u otros, sino buscando siempre el interés general. Pero en materia del monto de los salarios, por ejemplo, ¿cuál sería ese “interés general”? Para los obreros, es evidente, los salarios deben alcanzar para que el trabajador y su familia puedan llevar una vida con dignidad. Pero los patrones verán la cuestión bajo otra óptica. Pensarán que el monto de los salarios debe ser tal, que le permita al empresario lograr unas ganancias “justas”, que le permitan mantenerse a flote en la selva capitalista de la competencia. Se entiende que este tremendo impasse no lo podemos resolver con el supuesto “interés general”. ¿Entonces, qué hacer? Cuando tenemos dos derechos en pugna, la fuerza decide. Y casi siempre la fuerza es el poder del Estado.


Ahora bien, el Estado siempre es clasista, pero está sometido a la lucha de clases. Expliquemos esto. Es clasista fundamentalmente porque su política apunta a perpetuar la sociedad capitalista. Pero, y esto es muy importante, la lucha de clases que se libra en esta sociedad, también penetra las esferas estatales. El Estado, pues, no escapa a la lucha de clases; no está por encima o más allá de los conflictos clasistas. Por el contrario, es lugar privilegiado donde se concentran todos los antagonismos sociales. Más aún, es en el Estado donde se deciden los conflictos de clase.¿ Que tal una política revolucionaria de espaldas al Estado?


Esto no significa que a estas alturas de la historia levantemos el dogma leninista de la toma violenta del poder, por parte del proletariado y sus aliados. Es evidente que esta estrategia ya es un anacronismo. Después del desmoronamiento del “socialismo realmente existente”, en 1989, pretender que todavía está vigente la vía leninista, es una increíble estulticia. El marxismo-leninismo (=stalinismo) quedó enterrado en el cementerio de la historia. Tratar de hacer política, en esta época, con los “principios del leninismo”, solo podrá ser obra de una secta de fanáticos sin perspectivas. Cuando planteamos una nueva política revolucionaria, no de espaldas sino frente al Estado es sobre la base de una estrategia inédita. La de dar batallas por la democratización del Estado, y de la sociedad, por supuesto. Es lo que podemos denominar la vía democrática hacia la sociedad sin clases. Nos diferenciamos de los bolcheviques en que no buscamos una dictadura del proletariado, pero también nos distinguimos de los socialdemócratas en que con el ardid del “Estado social de derecho” no pretendemos perpetuar el capitalismo. Ni dictadura del proletariado, ni Estado social de derecho. Planteamos el cambio radical, revolucionario, pero por la vía democrática. Que no es - ni más faltaba!- la vía electoral. Nosotros concebimos la democracia – lo hemos planteado más de mil veces – como una “cuestión de grados”. (Cunnigham). ¿Qué quiere decir esto? Que no vemos la democracia como una cosa con determinadas cualidades, sino como un proceso en expansión. La lucha democrática apunta a lograr que la democracia adquiera cada vez más nuevos contenidos. Así, pues, habrá distintos grados de democracia. El imperio de las libertades individuales es un grado. Pero el reconocimiento de los derechos sociales de los trabajadores es, sin duda, un grado más elevado de democracia. ¿Será que en algún momento hemos alcanzado el último escalón, y el proceso democrático llegó a la meta final? Esta es la idea que tienen los reformistas de todas las tendencias. Para ellos, el proceso democrático tiene su límite. Que siempre se encuentra dentro de la sociedad capitalista. Por esto, es un reformismo burgués. En nuestra concepción revolucionaria, no existe la meta final, no hay límite alguno. ¿Qué estamos en los “límites” del capitalismo? El proceso democrático no se detiene aquí, sino que sigue avanzando por el Continente desconocido de la sociedad sin clases. También en este Nuevo Mundo la marcha de la democracia seguirá su curso expansivo.


Empero, aclaremos. El curso de la historia no siempre es hacia delante. Suelen sobrevenir períodos aciagos, en los que conquistas sociales que considerábamos irreversibles de pronto se derrumban, y resurgen instituciones que representan auténticos retrocesos. El tiempo histórico es muy distinto al tiempo físico, natural. A veces, el reloj de la historia marcha como los cangrejos. En nuestra historia contemporánea encontramos una demostración de este aserto. En los años 30 del pasado siglo, en Colombia tuvo lugar la denominada revolución en marcha. Tras largos años de “hegemonía conservadora” – “siglos de doce meses”, en verso de Neruda – el pueblo despertó y se inició un proceso de reformas democráticas que mejoraron la calidad de vida de los trabajadores. Las llamadas “prestaciones sociales” fueron incorporadas al contrato de trabajo. La legislación laboral, de manera relativa, daba la debida protección al trabajo, según prescripción del estatuto constitucional del 36.


Sin embargo, llegó la Constitución de 1991, y con ella se entronizó en nuestro país la política neoliberal. La figura de López Pumarejo desapareció, y el liderazgo lo asumió César Gaviria, un político opaco, mediocre y reaccionario. En su administración se inició el desmonte de las conquistas logradas a partir del primer gobierno de López Pumarejo. Uno a uno fueron desapareciendo los derechos sociales. El presidente Alvaro Uribe – qué mal empezó Colombia el tercer milenio! – pretende con su neoliberalismo vergonzante coronar el proceso de desmonte de todas las conquistas del 36. Inició su segundo mandato - resultado del masoquismo de nuestro pueblo – con el siniestro plan de liquidar los Seguros Sociales. ¿Quién va, entonces, a hacerse cargo de la salud de los trabajadores? El mercado!, responde nuestro Ubú Rey.


Y a todas estas, ¿dónde está el enaltecido principio del interés general, que según la doctrina liberal es el faro que ilumina la marcha del Estado? Cuando el presidente Uribe liquida el pago de las horas extras, ¿será que lo hace en aras del interés general? No nos digamos mentiras: el interés general, que el Estado adopta como principio básico de su política, es formulado por la clase social que tiene las riendas del Estado. Y sería absurdo que una clase dominante, desde el Estado, presentara como interés general una política contraria a sus propios intereses de clase. Desde luego, el Estado capitalista puede imponer una reforma tributaria que afecte los intereses de precisos sectores de la burguesía. Pero jamás hará una reforma tributaria que afecte el interés de toda la burguesía.


Es más, en esta época de globalización capitalista, el concepto de interés general, puede llegar a trascender el marco nacional, y adquirir una connotación imperial. El más claro ejemplo de esta situación lo constituye el TLC, que el gobierno de Colombia “negoció” con el de USA. Podríamos decir que la firma de ese tratado comercial responde al “interés general”. Pero ¿de quién? ¿De Colombia? Evidentemente, no. Como lo han expresado muchos sectores de las clases dominantes – de la agricultura y otros – el TLC solo nos traerá ruinas. Según ellos, ese convenio no responde al interés general de nuestra economía. Pero hay otros sectores de la burguesía que ven en el TLC la panacea para todos nuestros males. No habrá más hambre, no más miseria, no habrá más pobreza. En consecuencia, ven en el TLC la realización del interés general de la Nación. Son dos visiones contrarias. ¿Cuál se impondrá? No hay ninguna duda, la que responda al interés de la potencia imperialista. Este interés será erigido como interés general. .


Concluimos: en toda sociedad dividida en clases sociales, necesariamente existe una (o varias) clases dominantes, que ejercen su hegemonía política a través del control del Estado. La heterogeneidad social, esto es, la presencia de distintas clases sociales hace que estalle la lucha de clases. Aceptar que existen las clases sociales, pero que no hay la lucha de clases, solo es una estulticia liberal. Como es natural, cada clase lucha por imponer su propio interés de clase. En esta lucha, el Estado no es un convidado de piedra. Tampoco es un juez imparcial. El Estado es la organización del poder de la clase dominante. Como tal, tiene su política. La pregunta es esta: ¿a qué intereses responderá la política estatal? La respuesta será necesariamente esta: a los de la clase dominante que lo controla. ¿O es que usted espera que la burguesía utilice su control del Estado para defender los intereses de clase de los trabajadores? Otra cosa es que los estadistas burgueses saben ocultar sus verdaderas intenciones políticas. “Gobernaré para los más pobres”, declaró Andrés Pastrana cuando resultó electo presidente. La misma idea la repite todos los días el presidente Uribe. Y ¿cuáles la realidad? Que los Santodomingo, los Ardila Lulle, los Sarmientos, y demás congéneres, todos los días se enriquecen más y más, mientras los pobres de Colombia crecen y crecen, como “la luna llena” (Neruda). Y qué se hizo el “interés general”? Se lo tragó la lucha de clases.



6.“De almohada un zapato", Rafael Rincón, en, EL YESQUERO No 120, 20 sept.2006, www.elyesquero.blogspot.com/

Llueva, truene o relampaguee más de cuatro mil personas duermen todos los días y todas las noches en las calles del centro de Medellín. El 25% de ellos son niños y niñas.

De tanto verlos se termina por creer que la indigencia es una opción de vida, un proyecto elegido, un destino y no un resultado de la pobreza. La indigencia se define como un “fenómeno” social, algo raro que aparece ante nuestros sentidos y que no tiene autores. La indigencia es propia de una sociedad desigual que no quiere culpas y esconde a los artífices de ella.

Hay indigentes que duermen con un ojo cerrado y el otro abierto y con un zapato de almohada y el otro encaletado en la parte alta de una caja de teléfonos públicos, artimañas de seguridad nocturna que acostumbran para bajar el perfil, cuidarse, conciliar el sueño y no atraer ladrones. Una forma picaresca de espantar a los amigos de lo ajeno.

Más que indigentes y “llevados” los eufemísticamente nombrados “habitantes de la calle” o “población en situación de calle” son una expresión de rebeldía no organizada contra las políticas de bienestar de un Estado comunitario que pretende desconocerlos, volverlos invisibles, disfrazarlos, lavarlos para que no le huelan maluco a los visitantes.

Los “indigentes” son indicadores vivos del bajo impacto de una política social fundada en la asistencia. Ellos son una muestra estadística hedionda, graficada con cartones, pedazos publicitarios de pasacalles que se producen en las calles céntricas de las ciudades; ellos asquean a las sociedades de ornato, a las oficinas de turismo y a las fuerzas de policía.

La diferencia entre una política pública social fundada en la solidaridad y una política pública fundada en la asistencia está en que la primera reconoce la dignidad de las personas y las trata como parte de todo el cuerpo social: la indigencia no es un problema de los indigentes. La segunda, la política de asistencia social, mira a los indigentes como almas que deben alcanzar el cielo y que se han apartado del Estado, de la iglesia y del mercado y que por lo tanto requieren ayuda espiritual y rehabilitación social y comercial.

Los indigentes no exigen sus derechos todos pronuncian con ojos de ternero huerfano la frase humillante: “señor me va a colaborar”.

Tomarse en serio el problema de quienes duermen en la calle es formular una política social fundada en la solidaridad, no en limosnas estatales ni particulares. Significa el desarrollo de una política de solidaridad para su ejercicio como deber y no como desprendimiento. Significa reconocer que hay responsables políticos y económicos de la situación de indigencia y que la indigencia es mucho más que una opción deliberada de vida.

La indigencia exige una política social que empieza con el compromiso del Estado de no usar el presupuesto para dar limosnas y sí para priorizar en calidad y cantidad a los más necesitados con el gasto público social.

Se necesita una intervención estatal fuerte –como aquella que hacen las comisiones de regulación de los servicios públicos domiciliarios– para impactar favorablemente a los más desaventajados. No será la mano invisible del mercado, ni el comportamiento filantrópico, ni el altruismo cívico el que hará la equidad. El Estado puede producir una legislación social para acabar con la indigencia, para que la paguen quienes la generan, de la misma manera que produce legislación para proteger a los empresarios del transporte prohibiendo injustamente las “moto-taxis”.

El Estado debe reconocer que la indigencia no cayó del cielo, tiene unos responsables; y debe reconocer que no será el Espíritu Santo quien la va a remediar. El Estado colombiano está definido como Estado Social y tiene por lo tanto la obligación de actuar a favor de los más necesitados.

No basta tampoco un contrato con una ONG empresarial para que los indigentes sean asistidos con dineros públicos y salvar el balance social de los más pudientes; los habitantes de la calle necesitan más gasto social por ejemplo que los programas de anorexia y bulimia porque son más necesitados y están más desgajados del cuerpo social.

Medellín, 20 de septiembre de 2006

(*) Director del Consultorio de Derechos y Gobernabilidad

7.Cumbre en La Habana

Juan Diego Garcia, jgarciam@fundaciontripartita.org

Con el fin de la URSS termina una forma de la llamada Guerra Fría entre el denominado comunismo y la autoproclamada democracia, aunque ni lo primero era en realidad la dictadura de los trabajadores sobre la burguesía ni la segunda sea poco más que plutocracias más o menos tolerantes, más o menos liberales (en el mundo rico, por que en el mundo pobre no pasan de ser caricaturas).

En realidad, a la Guerra Fría clásica sucede otra si se quiere larvada pero no menos real entre los países capitalistas tradicionales, Rusia que sigue siendo una potencia a pesar de todo y China y otros países emergentes, todos los cuales compiten por materias primas, mercados, zonas de influencia y bases militares. La hegemonía estadounidense no significa ni de lejos que su imperio esté ausente de profundos enfrentamientos con aliados y socios; menos aún con las nuevas fuerzas emergentes. Por ahora los países ricos desplazan las guerras a terceros (como ocurría antes) pero no debe descartarse guerras abiertas y directas en el futuro, en el mas puro estilo colonial e imperialista. Basta poner atención en un detalle muy significativo: nadie renuncia a un elevado gasto militar, nadie detiene la investigación en armas nuevas y los menos diplomáticos no se arredran a la hora de reconocer futuros escenarios bélicos por todo el planeta y prepararse para ello.

En este contexto de nuevos y duros conflictos por el dominio del mundo la Cumbre de los Países No Alineados que se acaba de celebrar en La Habana no puede interpretarse como una simple ceremonia sin trascendencia. Por el contrario, esta cumbre marca un renacer del No Alineamiento de importancia trascendental en la correlación mundial de fuerzas.

Para comenzar, 118 países (dos terceras partes de la ONU) en representación de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta van a jugar un papel decisivo en el seno de las Naciones Unidas introduciendo cambios sustanciales en una organización tan ajena a la democracia como ésta. Una nueva forma de tomar decisiones que termine el monopolio de los países ricos y otorgue más participación a los países del Sur puede dificultar mucho las políticas hegemónicas que pretenden convertir en ley la guerra preventiva, la intervención grosera, la violación de derechos elementales y sobre todo la consolidación sin resistencia alguna de un nuevo orden mundial que tiene toda las trazas de ser una nueva colonización del planeta.

En La Habana se ha denunciado el injusto orden económico vigente que pretende desmantelar (mediante la globalización) las pocas industrias del mundo pobre, condenarlo a ser simple proveedor de materias primas y en el mejor de los casos, sede temporal de las maquiladoras de la industria metropolitana. Un orden neocolonial que busca asegurarse el saqueo de las materias primas y la sobreexplotación de los nativos, tanto en sus países como en las economías centrales bajo la forma de esos millones de emigrantes que la nueva realidad arroja indefensos a los mercados de Europa y los Estados Unidos como mano de obra barata.

En la Cumbre de Cuba se ha condenado sin paliativos las políticas de imposición, chantaje o directa intervención con las cuales se pretende remodelar el orden mundial según la medida del capitalismo neoliberal que promueven los Estados Unidos y al cual adhieren los europeos con cada vez mayor entusiasmo. Los mandatarios allí presentes han exigido un comercio justo, el fin del duro proteccionismo de Occidente (que impone a su vez un librecambio salvaje a los demás) y el acceso a la ciencia y la tecnología, y sobre todo, el fin de los dobles raseros, de la moral hipócrita de las grandes potencias que desean impedir a otros lo que ellos practican sin limitación alguna. Por eso es comprensible que Irán haya sido apoyado en su exigencia legítima de investigar en el campo de la energía atómica con fines pacíficos y se ha recordado que solo la ONU está autorizada para controlar estos desarrollos y no los Estados Unidos, sus aliados y demás potencias nucleares que pretenden hablar en nombre de toda la humanidad sin que nadie les haya autorizado para ello.

En La habana se ha recordado el legítimo derecho de los palestinos, de los saharahuis y demás pueblos sometidos a las más crueles formas de sometimiento; se ha exigido respeto para los pueblos de Bolivia y Venezuela, acosados y demonizados por practicar un sano nacionalismo y emprender reformas en favor de las mayorías. Estados Unidos ha sido condenado sin paliativos por el bloqueo inicuo que ejercen sobre Cuba desde hace más de cuatro décadas y por la ocupación ilegal de parte de su territorio (Guantánamo). La independencia de Puerto Rico no ha sido olvidada.

Como bien sintetizaba el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Felipe Pérez Roque, en esta Cumbre se ha dicho no “a las pretensiones hegemónicas, las medidas coercitivas contra cualquier país, las guerras preventivas y los intentos de derrocar gobiernos”.

Por supuesto, siempre se puede arguir que las declaraciones no bastan y que las palabras se las lleva el viento. Y es cierto que muchos eventos de este tipo no pasan de ser actos protocolarios. Sin embargo, lo sucedido en La Habana tiene un enorme valor pedagógico porque contribuye a alentar las luchas de los pueblos. La gente que reivindica se siente así respaldada y su ánimo se multiplica. Aunque solo fuera por ello tales eventos valdrían la pena.

Pero que no todo son palabras y buenos discursos lo ponen de presente algunos hechos concretos:

- Aumenta y mucho la posibilidad del ingreso de Venezuela al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, para malestar de Washington y sus aliados y alegría del resto del planeta.

-Hugo Chávez se destaca como líder en América Latina y consolida sus posibilidades de ganar de nuevo las elecciones presidenciales. Otro dolor de cabeza para los Estados Unidos.

-Mahmud Ahmadineyad rompe el cerco informativo que Occidente ha tendido sobre Irán y consigue el apoyo de 118 países a su programa pacífico de investigación atómica. Los iraníes podrán ahora negociar en mejores condiciones.

-China, invitada especial, se destaca como aliado fiable del mundo pobre. Los bloqueos y asedios de Occidente a los “países rebeldes” se pueden superar sin dificultades contando con China, que dado su actual nivel de desarrollo puede proveer prácticamente de todo a naciones como Venezuela, Irán o Bolivia si el capitalismo internacional decidir bloquearlas o someterlas a embargo. Lo mismo puede decirse –guardando las debidas proporciones- de los países emergentes del Sur como Brasil, India o Sudáfrica. La relación económica sur-sur tiene ahora bastante mayor realidad.

Si a la Guerra Fría tradicional Este-Oeste, sigue otra; si la hegemonía de Occidente se parece cada día más a una forma renovada de colonialismo y el conflicto Norte-Sur lejos de desaparecer se intensifica; si hasta la OTAN (supuestamente de carácter defensivo) se convierte en el brazo armado del mundo rico; si las Naciones Unidas se ha convertido en un escenario inane que los países ricos utilizan a discreción cuando les conviene y desconocen sin tapujos cuando les molesta; en fin, si la inmensa mayoría del género humano carece de representación efectiva, si el escenario mundial más probable no es de paz sino de guerra y agresión y si “reina un gran desorden bajo los cielos” bien hacen los países pobres en reunirse en cumbres como ésta de La Habana para unir esfuerzos, defender sus intereses y poner de presente que un orden nuevo en el mundo no solo es posible sino absolutamente necesario.